El regreso de la política patriarcal

Alfredo Toro Hardy //
Desde el mundo musulmán hasta EEUU la política patriarcal está en lucha contra la razón
Las sociedades patriarcales constituyeron las primeras expresiones de vida política organizada. Según Fernando Sabater: "Las leyes o normas que regían los diversos aspectos de la existencia colectiva se apoyaban en la tradición, la leyenda, el mito& El mayor argumento para respetar una norma era "siempre se ha hecho así". Y para explicar por qué siempre se había hecho así se recurría a la leyenda de algún antepasado fundador del grupo, o a las órdenes de algún dios& La norma en cuestión había nacido como intento de resolver algún problema concreto del grupo y luego, para que nadie la discutiera, se aseguraba que provenía de la más nebulosa antigüedad& La lógica primitiva creía que los padres de los padres de los padres debieron de ser más fuertes y sabios. Lo que ellos habían considerado como bueno, quizá porque se lo había revelado alguna divinidad, no podían discutirlo los individuos presentes mucho más frágiles y lamentablemente humanos" (Política para Amador, Barcelona, 2008). La esencia de las sociedades patriarcales era, necesariamente, el entrecruce de la política y la religión, en la medida en que sus normas venían determinadas por lo que el tiempo y el origen mítico habían sacramentalizado.

Frente al impulso de estas sociedades patriarcales, la tradición greco-romana sentó cauces racionales. Para los griegos la fuente de toda norma era el ser humano mismo. Más concretamente, la asamblea de los ciudadanos. Dado su origen, la norma valía tanto como su utilidad comprobada para la vida social, motivo por el cual ésta podía ser modificada o abolida si la mayoría así lo juzgaba apropiado. La "polis", es decir la comunidad de ciudadanos, no era gobernada por elementos sacramentales, sino por la capacidad de razonar y discutir de esos mismos ciudadanos. A este aporte fundamental de los griegos, vino a sumársele otro no menos importante proveniente de los romanos: el derecho. Ello implicaba la existencia de normas precisas y suficientemente divulgadas que resultaban el producto de la razón y del sentido común.

Quizás uno de los hechos más curiosos de nuestros días es que el tránsito del siglo XX al siglo XXI estuvo signado por el reemerger de las sociedades patriarcales. Cuando la lógica de los eventos parecía apuntar hacia una consolidación de la herencia greco-romana, se vio surgir virtualmente de la nada un impulso telúrico que provenía de distintas direcciones pero que guardaba un denominador común: la subordinación de la política a la tradición y a la palabra revelada.

Según Karen Armstrong: "El asalto fundamentalista tomó a los secularistas por sorpresa. Éstos habían asumido que la religión nunca volvería a jugar un papel relevante en la política, pero durante el período final de los setenta se produjo una explosión militante de fe... En lugar de recurrir a alguna de las ideologías modernas, estos tradicionalistas radicales citaban a las escrituras, así como a leyes y principios arcaicos que resultaban por entero ajenos al discurso político del siglo XX" (The Battle for God, London, 2000). Desde el mundo musulmán hasta Estados Unidos, pasando por Israel, la política patriarcal está en lucha contra la razón.

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