Del muro de Berlín a la guerra con Colombia



Julio César Pineda
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de Berlín hace veinte años. En esa oportunidad todos fuimos alemanes cuando se reafirmó la fe en la democracia y la condena al totalitarismo socialista de la Unión Soviética y sus satélites. El 9 de noviembre de 1989 los alemanes se reencontraban después de treinta años de división, imponiendo los logros de la libertad y el desarrollo de la República Federal Alemana frente al militarismo del socialismo real de la República Democrática Alemana, simple apéndice de Moscú en esa época de la bipolaridad. Con el muro cayeron los regímenes comunistas de Europa Central y Oriental y se inició la desintegración de la Unión Soviética. Gran importancia tuvo en esta historia la lucha previa de los polacos que desde 1968 con protestas y revueltas habían desafiado al régimen comunista, a comienzos de los años ochenta adquirió un poder enorme el Movimiento Obrero Católico del Sindicato Solidaridad, posteriormente fue la revolución de terciopelo de Vaclav Havel en Checoslovaquia, el dramático fin del comunismo en Rumania con la puesta en escena televisada del juicio sumario y la ejecución de Nicolae Ceaucescu.

De signo contrario pero en la misma dirección iban a influir determinantemente Mijail Gorbachov con su "Perestroika" y su "Glasnot" y el Cardenal polaco y Papa Karol Wojtyla con su lema (no tengáis miedo). El sueño socialista se había desvanecido muchos años atrás en todo el mundo y solo subsistía por los sistemas policiales militares en cada una de las llamadas repúblicas democráticas. Los pueblos sometidos al comunismo demostraron la inviabilidad económica de ese socialismo y la rebeldía frente a las dictaduras.

Hoy Alemania es el modelo para destruir otros muros reales y virtuales que existen, como el levantado por el gobierno marroquí para aislar al pueblo zahrawi, el de Israel frente a los territorios ocupados de Palestina, el de Estados Unidos separando a México y a la migración latinoamericana, el de Corea entre Pyongyang y Seúl.

Extraordinario que en el momento en que se recuerdan los 20 años de la reunificación alemana y de la división de Europa, estemos presenciando el cambio cualitativo de la integración europea ahora con la aprobación del Tratado de Lisboa, que es una especie de Constitución para toda Europa donde entre otras reformas incluye la elección de un presidente para los 500 millones de ciudadanos y de un ministro de Relaciones Exteriores. En 1989, la Unión Europea contaba con 12 Estados, hoy son 27 de los cuales 8 estaban bajo el yugo comunista. La Europa de hoy, al no tener la amenaza de la Unión Soviética se ha hecho más independiente de Estados Unidos y se ha convertido en uno de los centros de la multipolaridad del siglo XXI donde combina la búsqueda de la justicia con el imperativo de la libertad. Gracias a la televisión vimos la gran fiesta en Berlín en este XX aniversario de la caída del muro, allí en pleno Berlín cerca del puente Bornholmer, la canciller Ángela Merkel recordó cómo siendo una joven militante en Berlín Oriental, participó en la gran marcha hacia la libertad; junto a ella vimos a Mijail Gorbachov y al ex presidente polaco Lech Walesa, también se encontraban Hillary Clinton, Sarkozy y muchos importantes líderes mundiales incluyendo al presidente ruso Dimitri Medvedev, quien intervino para pedir renunciar a todas las barreras en el planeta.

El arte mundial estuvo presente en la voz del tenor Plácido Domingo con la interpretación de la marcha "Berliner Luft" del compositor Paúl Lincke. El fin del comunismo con la caída del muro recuerda la rebelión de Hungría de 1956, la Primavera de Praga de 1968 y la contestación del sector sindical y la iglesia Católica en Polonia. La no intervención de Gorbachov permitió las reformas en la URSS, Polonia, Hungría y Checoslovaquia con la paulatina eliminación del partido único y la pluralidad democrática, pero también el fenómeno se extendió a las repúblicas bálticas y a la declaración de independencia de Azerbaidján y Uzbekistán. En agosto de 1981, en Moscú, fracasado el golpe de Estado de los ortodoxos, el Partido Comunista fue disuelto y prohibido. Para los venezolanos es triste que en momentos en que la comunidad mundial celebra el fin de una etapa de confrontación y el inicio de la cooperación entre los Estados y los pueblos, en nuestro país el jefe de Estado que debiera ser ejemplo de moderación, de negociación y de diálogo, llame a una guerra absurda y antihistórica con Colombia. Colombia y Venezuela son firmantes de la Carta de la ONU y de la OEA, allí se ratifica el criterio de la obligatoria solución pacífica de las controversias nacionales e internacionales. No debemos permitir se construya un muro entre Venezuela y Colombia y menos muros de odio y de confrontación entre los venezolanos.

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ADIOS MADIBA