ISRAEL
Israel convoca las
terceras elecciones en menos de un año
El Parlamento se disuelve tras
fijar la fecha del 2 de marzo para la nueva repetición de los comicios
El primer ministro israelí,
Benjamín Netanyahu, y el líder opositor Benny Gantz en un acto en Jerusalén.
ILIA YEFIMOVICH/DPA
Juan Carlos Sanz
JUAN CARLOS SANZ
Jerusalén 11 DIC 2019 -
23:43 CET
Incapaces de superar el bloqueo
político tras las legislativas celebradas en abril y septiembre, los diputados
israelíes intentaron evitar el miércoles el ridículo de que los nuevos comicios
quedaran convocados automáticamente el 10 de marzo, fiesta del Purim o carnaval
judío. La Kneset (Parlamento) prefirió la vía más honorable de hacerse el
harakiri para disolverse formalmente antes de que expirara a medianoche el
plazo para formar Gobierno. En un desenlace de esperpento, Israel celebrará las
terceras elecciones en menos de un año con un primer ministro en funciones,
Benjamín Netanyahu, imputado por corrupción. La Kneset tuvo que aprobar a
marchas forzadas una ley para dar por concluida la legislatura y establecer la
nueva cita con las urnas para el 2 de marzo. El único acuerdo que las fuerzas
políticas parecen haber alcanzado durante los largos meses de bloqueo ha sido
precisamente para fijar la fecha de otras elecciones.
Los israelíes no tendrán más
remedio que volver a votar para intentar sacar a los partidos de un marasmo que
empieza a cobrar tintes de maldición bíblica. En esencia, el sistema político
se ha empantanado en el Estado judío a consecuencia de las tres acusaciones por
fraude y cohecho presentadas el mes pasado por el fiscal general contra
Netanyahu, y porque la oposición de centroizquierda no se fía en absoluto de
las ofertas del veterano mandatario conservador para forjar un pacto de gran
coalición.
Además de la tradicional
fragmentación de la Kneset, derivada de un sistema electoral ultraproporcional,
la polarización se ha extremado en la Cámara durante el largo decenio de
permanencia en el poder de Netanyahu. En los comicios del pasado septiembre, el
ala conservadora sumó 55 de los 120 escaños en liza con los diputados del Likud
del primer ministro (32), los dos partidos ultraortodoxos (16) y la extrema derecha
(7).
El bloque de centroizquierda
agrupó a 57 parlamentarios de la alianza centrista Azul y Blanco liderada por
Benny Gantz (33), laboristas (6), izquierda pacifista (5) y Lista Conjunta de
la minoría árabe israelí (13). La gobernabilidad quedó en manos de los ocho
escaños de Israel Nuestra Casa, el movimiento laico de sesgo derechista del
exministro de Defensa Avigdor Lieberman, quien propugnaba un Ejecutivo de
unidad nacional.
Ante la deliberada ambivalencia
de Lieberman —un ultraconservador enfrentado con el jefe del Ejecutivo, pero
que también rechaza cualquier entendimiento con las fuerzas políticas árabes—,
la fórmula de gran coalición entre los dos grandes partidos se presentaba como
la única salida posible al final del túnel. Sin embargo, los líderes del Likud
y de Azul y Blanco intercambiaron en las últimas horas mensajes en las redes
sociales que parecieron dar el portazo definitivo a cualquier tipo de acuerdo.
Gantz propuso a Netanyahu que, para “evitar unas elecciones inútiles”, debía
renunciar a la inmunidad parlamentaria y acatar ser el segundo en una eventual
rotación para ejercer por turno como jefe de Gobierno de una gran coalición.
“La Kneset no debe convertirse en un refugio [frente a la justicia]”, advirtió.
Era una oferta que el primer
ministro que más tiempo ha ocupado el poder en Israel —más de 13 años, si se
incluye su primer mandato (1996-1999)— no podía aceptar. Netanyahu precisa
mantenerse en el cargo, aunque sea en funciones, para protegerse de las
acusaciones de la fiscalía. La imputación por cohecho, fraude y abuso de poder
en tres casos de corrupción investigados por la policía a partir de 2015 quedó
aplazada sucesivamente por las últimas legislativas. Ahora ya ha sido
formalizada. Como primer ministro, Netanyahu no está obligado a dimitir
mientras el Tribunal Supremo no dicte sentencia firme, de modo que un nuevo
proceso electoral le garantizará al menos otros seis meses de blindaje legal.
Si es declarado culpable, afronta una condena de hasta 10 años de prisión.
La nueva repetición electoral
puede representar, no obstante, un doble riesgo político de consecuencias
impredecibles para el primer ministro. En el frente interno, le obligará a
disputar el próximo día 26 unas primarias internas ya convocadas por la dirección
del Likud, donde el exministro Gideon Saar ha consolidado ya un frente de
rechazo al veterano líder del partido. Los sondeos, mientras tanto, constatan
que la gran formación conservadora israelí obtendría mejores resultados con
Netanyahu como cabeza de lista, a pesar de las acusaciones de corrupción,
frente a la alternativa inédita de Saar.
Las últimas encuestas elaboradas
al filo de la disolución de la Kneset apuntan también a una ligera ventaja del
voto en favor del bloque de centroizquierda encabezado por Gantz y a una caída en el arco parlamentario de la
derecha, aunque siguen reproduciendo un escenario de bloqueo. La llave de la
gobernabilidad de Israel continúa en manos de los intereses tácticos de Lieberman
(de nuevo con 8 parlamentarios). “No podemos aceptar que la agenda política de
este país sea dictada por los problemas legales de un solo hombre”, argumentó
el líder de Israel Nuestra Casa para dejar echada la suerte de la convocatoria
electoral en medio de un creciente desinterés hacia las urnas de los
ciudadanos.
Netanyahu no ha perdido el tiempo
y ya ha comenzado su tercera campaña en lo que va de año. La anexión de las
colonias de Cisjordania —y en particular del valle del Jordán— en un nuevo
guiño a los colonos de los asentamientos y un acuerdo de defensa con EE UU
frente a la amenaza regional de Irán, que podría ser bendecido por Donald Trump
antes de las votaciones, son sus principales reclamos. Tras haber ganado media
docena de comicios en su carrera política, el primer ministro vuelve a intentar
seducir a un electorado israelí esencialmente nacionalista y conservador,
obsesionado por el apocalipsis de una aniquilación bélica.
Bloqueo y coste de los comicios
Después de un año de procesos
electorales, que aún pueden prolongarse durante seis meses más, la paralización
de la gestión pública a causa del bloqueo político y el coste de los comicios
lastran la economía de Israel. Las estimaciones del Ministerio de Finanzas y de
organizaciones patronales elevan a unos mil millones de shequels (más de 250
millones de euros) la partida de gastos de cada una de las legislativas
celebradas en los meses de abril y septiembre, según datos recabados por
Haaretz, contabilizando los gastos de organización y las subvenciones a la
campaña de los partidos.
Para las empresas, la factura
derivada de los comicios es más elevada. La jornada electoral, siempre
convocada en día laborable, es semifestiva en Israel para favorecer la
afluencia a las urnas. El sector público no esencial cierra sus puertas y la
mayoría de las compañías privadas dan el día libre a sus empleados. Aquellos
que siguen trabajando, como es el caso de empleados en la hostelería y demás
locales de ocio, son compensados con doble paga. La Asociación de Fabricantes
de Israel estima en 12.000 millones de shequels (más de 4.000 millones de
euros) la suma del impacto negativo de tres elecciones consecutivas sobre el
conjunto de la economía, según el diario Yedioth Ahronoth.
La agencia de calificación
Moody’s ha alertado además de consecuencias adversas para las cuentas públicas
del Estado judío si los partidos no logran formar una coalición de Gobierno que
afronte la reducción del gasto público ante el creciente déficit.