ELECCIONES EN EL REINO UNIDO
Las encuestas reducen la ventaja de Johnson en la recta final de
campaña
La diferencia prevista no asegura una mayoría al Partido Conservador
RAFA DE MIGUEL
Londres 12 DIC 2019 -
08:53 CET
Los votantes británicos acuden de
nuevo a las urnas este jueves. Y la mayoría tomará su decisión después de
calibrar el peor de dos males. El candidato conservador, Boris Johnson, ha
generado muchas más dudas sobre su personalidad y su grado de confianza. Pero
tiene un acuerdo del Brexit “listo para meter al horno” y promete acabar con
esa pesadilla. El candidato laborista, Jeremy Corbyn, vive las horas más bajas
de su popularidad y no genera entusiasmo. Pero ha presentado un programa
revolucionario de medidas económicas y sociales con el que espera convencer al
electorado de izquierdas más remiso.
Ya lo advirtieron figuras
políticas relevantes como el exprimer ministro, Tony Blair. Intentar resolver
el laberinto del Brexit con unas elecciones generales engendraría mayor
confusión, porque se mezclarían cuestiones ideológicas, económicas y hasta
sentimentales con el asunto que más ha polarizado al Reino Unido en las últimas
décadas.
Y así ha sido. Aunque los sondeos
siguen dando una clara ventaja al candidato conservador —el último, de YouGov,
le sitúa nueve puntos por delante de su rival—, el margen se ha estrechado en
las últimas semanas. Johnson aún corre el peligro de no alcanzar la mayoría
absoluta (326 escaños) y de enfrentarse de nuevo al peor escenario: otro
Parlamento bloqueado, en el que la oposición volvería a impedir que saliera
adelante el Brexit diseñado por el Gobierno conservador.
La idea de adelantar elecciones,
en un principio, era redonda. Johnson había sorprendido a propios y extraños al
alcanzar un acuerdo de salida de la UE con Bruselas. La culpa de que no saliera
adelante, argumentaba, era exclusivamente de la Cámara de los Comunes,
empeñadas en ponerle obstáculos. Su principal rival, Jeremy Corbyn, vivía los
peores momentos de popularidad, por su ambigüedad sobre el Brexit, los
episodios internos de antisemitismo en el partido y una imagen de izquierda
radical y trasnochada muy alejada del gusto del votante medio. Get Brexit done
(Cumplamos ya con el Brexit) fue el lema escogido por el equipo de campaña del
candidato. Confiaban en mantener a todos los votantes que votaron al Partido
Conservador en 2017, y sumar a un puñado suficiente de electores de tradición
laborista pero partidarios de la salida de la UE e insatisfechos con la imagen
de Corbyn.
Los laboristas aspiraban a
repetir la carrera ascendente de hace dos años, en la que empezaron la campaña
muy alejados de sus rivales y lograron remontar hasta un empate técnico y un
honroso segundo puesto. No han transmitido esta vez el mismo entusiasmo con la
fórmula, pero han tenido tres ventajas. En primer lugar, las meteduras de pata
de Johnson: esquivar las entrevistas, echarse atrás en algunas promesas, falta
de concreción de su programa, y, la última, la más hiriente, negarse a ver la
foto de un niño enfermo en el suelo de una sala de emergencias. En segundo
lugar, una presentación sistemática y persistente de sus propuestas económicas
—”el programa más radical de las últimas décadas”, según Corbyn— que ha logrado
un protagonismo constante. A pesar de las descalificaciones desde el mundo
empresarial y académico, los ciudadanos han podido enjuiciar por sí mismos
ideas como la renacionalización del agua, la electricidad y los ferrocarriles,
la banda ancha de internet gratuita para todos o la subida del Impuesto de
Sociedades para las grandes empresas.
Y no han dejado de repetir sus
denuncias sobre las graves carencias del Sistema Nacional de Salud (NHS, en sus
siglas en inglés), que una vez más, a pesar del Brexit, se ha convertido en el
tema estrella de la campaña.
Y en tercer lugar, el
desinflamiento del Partido Liberal Demócrata, que con su promesa de dar marcha
atrás al proceso de salida de la UE confiaba en agrupar el voto de las clases
medias más proeuropeas. La última encuesta otorga a sus candidatos un 13% de
los apoyos. Una cifra relevante, pero insuficiente para dar la vuelta a la
situación. La promesa de Corbyn de celebrar un nuevo referéndum si llega al
poder ha podido tener el efecto de dejar tranquilos a los votantes de
izquierdas más reticentes.
El equipo de campaña de Johnson,
y el propio candidato, han comenzado a dar muestras de nerviosismo en las
últimas horas. Han concentrado todos los esfuerzos en aquellas regiones que
históricamente han votado laborismo pero donde el Brexit salió con mayoría en
el 2016. Son cerca de 50 circunscripciones, situadas en las llamadas Midlands
(Tierras Medias) y en el norte de Inglaterra. De ellas depende que los
conservadores alcancen la ansiada mayoría. “No puede estar más ajustado de lo
que está en estos momentos”, ha implorado Johnson este miércoles. “Corremos un
riesgo muy real de encaminaros hacia otro Parlamento bloqueado. Tenemos que
luchar por cada voto”.
Jeremy Corbyn eligió pasar gran
parte de su último día de campaña en Escocia. Los sondeos anticipan que el
Partido Nacional Escocés (SNP) obtendrá un gran resultado y mejorará la cifra
de 35 diputados que tiene actualmente en la Cámara de los Comunes. Y gran parte
de esa mejora la arañará del campo laborista. El partido de Corbyn ha pasado de
ser una fuerza fundamental en esta región a convertirse casi en marginal. “El
único modo de deshacernos de un Gobierno conservador es votar al laborismo por
todo el país, y eso incluye aquí en Glasgow y en toda Escocia”, proclamaba el
candidato de la oposición ante un notable número de seguidores que la rama
local del partido se había encargado de congregar. Es un juego de tira y afloja.
Corbyn sabe que la remota posibilidad de alcanzar el poder implica algún tipo
de coalición parlamentaria con los nacionalistas escoceses. Los necesita
fuertes, pero no arrolladores. La líder del SNP, Nicola Sturgeon, exige como
condición a cualquier apoyo que Downing Stree dé luz verde, el año que viene, a
un nuevo referéndum sobre la independencia. “Solo el SNP puede derrotar a los
conservadores en Escocia. Votar al Laborismo solo logrará ayudarles”, replicó
Sturgeon en su cuenta de la red social Twitter.
Nunca se había hablado tanto en
unas elecciones de los “escaños marginales”: aquellos que se logran por una
diferencia mínima. Si los liberales demócratas pueden hacer daño a las
aspiraciones laboristas, el Partido del Brexit del ultranacionalista Nigel Farage
(3%, según los sondeos) puede perjudicar a los conservadores en las
circunscripciones donde ha decidido presentar candidato. La gran incógnita
residirá en ver hasta qué punto los británicos votan con la cabeza o con las
tripas.