IMPEACHMENT CONTRA TRUMP
Trump acusa a los
demócratas de declarar “la guerra” a la democracia americana
En una carta a Nancy Pelosi la
víspera de la votación clave en el Congreso, el presidente denuncia un “abuso
inconstitucional” y advierte de que lo pagarán en las urnas en 2020
AMANDA MARS
Nueva York 17 DIC 2019
- 22:49 CET
Apenas un día antes de que
comience el debate crucial en el Capitolio, Donald Trump se ha revuelto con
furia contra el proceso público abierto a causa del escándalo de Ucrania. Hasta
ahora, el presidente de Estados Unidos había optado por desdeñar todo el
procedimiento previo del impeachment, tachándolo de ilegítimo y negándose a
colaborar en la investigación o defenderse, pero este martes ha enviado una
demoledora carta de seis páginas a la presidenta de la Cámara de
Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, en la que acusa a ella y a los suyos
de socavar la democracia estadounidense.
“Este impeachment representa un
abuso inconstitucional sin precedentes de los legisladores demócratas, sin
parangón en casi 250 años de historia legislativa de Estados Unidos”, afirma el
republicano al principio de la misiva. Si el juicio político queda activado
este miércoles en el pleno de la Cámara de Representantes, como se da por descontado
gracias a la mayoría demócrata, “estarán declarando una guerra abierta a la
democracia americana”. A partir de ahí, con palabras gruesas, ataca cada cargo
o acusación, asegura que el procedimiento está siendo menos garantista que “los
juicios de Salem”, es decir, los de las brujas, y remata advirtiendo: “No tengo
duda de que el pueblo americano les hará rendir cuentas en las elecciones de
2020”.
Esas elecciones presidenciales se
encuentran precisamente en el origen del impeachment contra Trump, un
procedimiento extraordinario contemplado en la Constitución estadounidense que
puede acabar con la destitución del presidente si se le considera culpable de
crímenes o faltas graves. Los demócratas acusan al mandatario de abuso de poder
por haber presionado al presidente ucranio, Volodímir Zelenski, para que
anunciase dos investigaciones que le beneficiarían electoralmente, congelando
incluso ayudas militares que Ucrania necesita o usando una invitación a la Casa
Blanca como moneda de cambio. Una de las pesquisas que interesaban a Trump
tenía que ver, por una parte, con Joe Biden, precandidato demócrata, y al hijo
de este, Hunter, por sus negocios en el país. La otra era una teoría
desacreditada sobre una campaña de injerencia que se había urdido desde Ucrania
en 2016 para favorecer a los demócratas.
El magnate neoyoquino defiende en
todo momento su actuación, asegura que se interesó por la corrupción de buena
fe y niega que jugase con contrapartidas para el Gobierno de Kiev. En la carta lanza
ataques dirigidos personalmente contra Pelosi, la veterana y poderosa demócrata
que suele sacarle de quicio y que ha sido clave para este impeachment. “La
historia le juzgará con dureza”, le dice a la presidenta y le asegura que “su
legado será el haber convertido la Cámara de Representantes, ante un cuerpo
legislativo venerado, en una Cámara estrella de persecución partidista”.
El escándalo de Ucrania, que
salió a la luz el pasado septiembre, ha desembocado en el cuarto proceso de
estas características abierto en el Congreso en la historia. Sin embargo, Trump
será el tercero juzgado de la historia, ya que Richard Nixon dimitió por el
caso Watergate a esta altura del procedimiento, antes de que su destitución
fuera aprobado en el pleno de la Cámara baja. El juicio propiamente dicho se
celebrará en el Senado, trance por el que solo un presidente ha pasado en el
siglo XX, Bill Clinton, en 1999, a raíz del caso Lewinsky. Tanto Clinton como
Andrew Johnson, en 1868, quedaron absueltos. Ese parece también el destino de
Trump, ya que su condena requiere dos tercios de apoyo en el Senado, es decir,
67 de los 100 senadores, y los republicanos ocupan 53 escaños fieles al
mandatario. Los efectos políticos resultan más inciertos: los testimonios
escuchados durante semanas en el Congreso han dañado la imagen del presidente,
pero su contraataque, acusándolos de revanchistas, también intraquiliza a los
demócratas.