CAMBIO CLIMATICO
La Cumbre del Clima se
alarga ante la incapacidad para cerrar un acuerdo
La presidencia de la COP25 recurre a España para que le
ayude a desatascar unas negociaciones encalladas en la falta de ambición de los
países y los mercados de carbono
MANUEL PLANELLES
Madrid 15 DIC 2019 -
01:09 CET
Los representantes de los casi
200 países reunidos en la Cumbre del Clima en Madrid, que se debía haber
acabado el viernes, siguen intentando consensuar un acuerdo para dar por
finalizada esta accidentada cita. Aunque se celebra en España la COP25 —como se
conoce a esta cumbre de la ONU— está presidida por Chile, que tuvo que
renunciar a que se desarrollara en Santiago por las protestas y movilizaciones.
La ministra chilena de Medio
Ambiente, Carolina Schmidt, que ejerce esa presidencia de la COP25, ha
multiplicado las reuniones con los países para impedir que la cumbre fracase.
Pero los obstáculos siguen impidiendo ese acuerdo y se espera que las
negociaciones se prolonguen durante la noche del sábado al domingo.
Ante el bloqueo, la presidenta de
la COP25, que se ha disculpado en una reunión a puerta cerrada con el resto de
negociadores, ha solicitado ayuda a la ministra española para la Transición
Ecológica, Teresa Ribera, para que le ayude a desatascar una parte importante
de esta cumbre. En concreto, a Ribera le ha encargado que acuerde con el resto
de países cómo encajar la llamada que esta COP25 debe hacer a los Gobiernos
para que presenten planes de recorte de emisiones más duros en 2020. En este
punto existe una división evidente. A un lado están la UE y muchos Estados
—varios latinoamericanos, como Colombia— que apuestan por pedir más ambición
contra el cambio climático e instar a todos los Estados a revisar al alza sus
planes de lucha contra el calentamiento en 2020.
Al otro lado, se sitúan China, la
India y algunos países africanos y pretroleros que prefieren que en la
declaración final se incida más en lo que no se ha hecho en cuanto a
adaptación; básicamente, reprochan a los países desarrollados que no aporten lo
suficiente a los en vías de desarrollo para que puedan adaptarse a los impactos
negativos del cambio climático. La presidencia de la COP trató de conciliar
estas dos posturas en los borradores que ha presentado durante la noche del
sábado a los delegados.
Sin embargo, durante el día las
ONG han criticado la marcha de la cumbre con fuerza. “Nunca he visto una
desconexión tan grande entre la ciencia y lo que piden los ciudadanos y los
negociadores de una cumbre”, ha resumido Alden Meyer, miembro de Unión de
Científicos Preocupados.
El otro enorme escollo en la
COP25 es la negociación sobre los mercados de carbono, un asunto que tienen
importantes implicaciones económicas para los Estados y las empresas.
En este caso, la ministra
Carolina Schmidt ha sido la que ha asumido el mando de esa negociación. Y Ya
con el reloj corriendo a toda prisa, han convocado una reunión a puerta cerrada
—y a la que los agentes de seguridad de la ONU ni siquiera dejan que nadie se
acerque al perímetro de la sala donde transcurre— a los ministros y máximos
representantes de la UE, China, India, Australia, Brasil, Arabia Saudí y Japón
para intentar cerrar un pacto. En un extremo de esta negociación se sitúa la
UE, que dice no estar dispuesta a aceptar un pacto que no fije reglas duras y
seguras para garantizar que este tipo de mercados no se conviertan en un
coladero de proyectos poco claros o de doble contabilidad de las emisiones de
efecto invernadero que se ahorren con este mecanismo. Al otro lado, están
China, India, Australia y Brasil, que cuentan con muchos derechos de emisión
acumulados desde el Protocolo de Kioto, el pacto que será sustituido por el
Acuerdo de París, a los que le quieren dar salida a partir de 2020.
La reunión a puerta cerrada ha
molestado a muchos otros países a los que no se les ha permitido acceder. Y, a
medida que avanzaba el fin de semana sin un acuerdo, crece el malestar con la
presidencia chilena por la gestión de las negociaciones. Que se alarguen las
negociaciones, explica Harjeet Singh, miembro de la ONG ActionAid International,
perjudica principalmente a los pequeños Estados, que cuentan con pequeñas
delegaciones en la COP25 y que no pueden afrontar los costes de cambiar los
billetes de vuelta a sus países. Por lo tanto, estos países más débiles no
pueden participar en el tramo final de las negociaciones. "Hay un problema
de representatividad si se alarga tanto la negociación", se lamenta uno de
los negociadores sobre una combre que debería haber terminado el viernes.