Brown no se arrepiente de invadir Irak



El primer ministro evita desmarcarse de Blair y dice que la decisión de atacar fue la correcta.- El líder británico rinde homenaje a los muertos, civiles y militares
WALTER OPPENHEIMER - Londres - 05/03/2010

El 29 de enero, Tony Blair se presentó ante la comisión que investiga la guerra de Irak antes de que amaneciera, empezó nervioso y acabó arrogante, desperdiciando la oportunidad de mostrar algo de contrición, ni que fuera por las decenas de miles de muertos. Gordon Brown, hoy, se ha presentado por la puerta principal, sin evitar ni a los -pocos- que protestaban contra él ni a las -muchas- cámaras que le esperaban, estuvo tranquilo desde el primer momento y empezó y acabó su declaración con un homenaje a los muertos por la guerra, lo mismo militares que civiles.

Entre ambos lamentos, el actual primer ministro y en el momento de la invasión de Irak canciller del Exchequer y ministro del Tesoro aburrió a las ovejas con un tono monótono y abrumó a sus interrogadores con la atención por el detalle y la catarata de datos con que solía imponerse en los debates parlamentarios cuando estaba al frente de la economía británica.

En cuanto se le presentó ocasión, se refugió en las cifras y machacó el único mensaje que realmente le interesaba dejar claro: que él, como responsable del Tesoro, puso a disposición del Ejército británico todo el dinero que le pedían. Si no tuvieron más es porque no lo pidieron, vino a decir.

La gran diferencia entre Blair y Brown es que el ex primer ministro acudió a la comisión con la obsesión de salvar su legado político, con el objetivo de convencer a sus críticos, o al menos a quienes dudan, de que aquella fue una guerra justa y que la historia le absolverá. El actual primer ministro, en cambio, sólo intentaba no cometer errores que le puedan costar votos en las próximas elecciones .

A favor de la invasión

Irak nunca ha sido su guerra y, aunque hoy la ha apoyó formalmente y evitó distanciarse de Blair más de lo necesario, su objetivo fue pasar lo más desapercibido posible, evitar polémicas, no enfrentarse demasiado a los amables caballeros que le hacían preguntas.

Al menos su comparecencia sirvió para que los británicos supieran que Brown estaba a favor de la invasión. "Creo que fue la decisión adecuada y que se tomó por las razones adecuadas", aseguró, solemne. Una claridad que se echó de menos en las semanas previas a la invasión, en las que prácticamente desapareció del mapa como siempre hacía en los momentos de tormenta política que no afectaban directamente a sus competencias ministeriales.

La amabilidad del panel que lleva a cabo la investigación ha sido hoy más exasperante que nunca. Aunque le hicieron preguntas potencialmente comprometedoras, el primer ministro eludió una y otra vez las respuestas y apenas tuvo que afrontar segundas o terceras preguntas en esos casos.

Brown sin duda debió felicitarse a sí mismo por haber decidido que la investigación la llevaran a cabo funcionarios y diplomáticos retirados, en lugar de los correosos abogados que intentaron demostrar en su momento que la muerte de Diana de Gales había sido producto de una conspiración.

Brown estuvo especialmente elusivo en los aspectos más políticos. Desmintió que Tony Blair le hubiera marginado a él y al conjunto del Gabinete en los prolegómenos de la guerra. "Todo lo que hizo el señor Blair lo hizo de forma apropiada y yo estaba perfectamente informado acerca de la información que necesitaba para tomar mis decisiones", ha afirmado.

Ha agregado que no conocía el supuesto y temprano compromiso de su antecesor con el entonces presidente George W. Bush, en su rancho de Texas en 2002, de embarcar a las tropas británicas en la guerra si no había solución diplomática, información suministrada por uno de los declarantes ante la comisión investigadora y que fue posteriormente desmentida por Blair. "No conocí el contenido exacto de la conversación y no debería usted esperar que lo conociera", respondió. Y aseguró también que no supo que el fiscal general del Reino, lord Goldsmith, hubiera tenido dudas acerca de la legalidad de la guerra.

El coste de dos guerras

Armado con una batería de datos, aseguró que las guerras de Irak y Afganistán le han costado al Reino Unido 18.000 millones de libras (20.000 millones de euros), sin contar el presupuesto del Ministerio de Defensa. Y puso enorme hincapié en que nunca intentó poner cortapisas económicas a la guerra. Ni en términos generales -"Le dije desde el primer momento que no intentara descartar una acción militar por cuestiones de costo. Más bien lo contrario"- ni en momentos concretos: "No conozco ningún caso de requerimiento operativo urgente que fuera rechazado. Le dije a mis funcionarios que todos debían ser atendidos".

"Al menos ha tenido la decencia de homenajear a las tropas", ha admitido en declaraciones a The Guardian Rose Gentle, cuyo hijo murió en Irak. "Pero no he visto emoción de ningún tipo. Sólo he visto a un político que no quería decir 'lo siento por lo que pasó'. Creo que estaba contra la guerra pero, ahora que es primer ministro, no quiere dar marcha atrás", ha añadido.


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