Ola de cambio en el mundo árabe:Los rebeldes temen un baño de sangre ante la ofensiva de Gadafi

Las principales batallas se desarrollan en las ciudades de Misrata, donde Gadafi ha amenazado con la "batalla decisiva", y Ajdabiya, puerta al bastión rebelde de Bengasi
AGENCIAS / JUAN MIGUEL MUÑOZ (ENVIADO ESPECIAL) | Trípoli / Bengasi / Tobruk 17/03/2011
Un bando, las fuerzas de Muamar el Gadafi, está crecido, ataca con vigor a los rebeldes y desafía a Occidente y al presidente francés, Nicolas Sarkozy. El otro, los insurgentes de Libia, desmoralizado y esperando lo peor ante la inacción de las potencias mundiales: un baño de sangre. Y ambos propagan rumores para elevar la moral de los suyos y abatir la voluntad del enemigo. Pero las tropas del dictador, a tiro de piedra de Bengasi, la ciudad cuna del alzamiento, mantienen sin duda la iniciativa y bombardean las poblaciones donde aún ondea la bandera tricolor de los opositores al régimen, en evidente repliegue desde el desierto a las zonas urbanas. Muchos expertos opinan que la guerra de guerrillas en las ciudades, al menos en la región de Cirenaica, está próxima.

Las batallas principales están teniendo lugar en Misrata, la tercera ciudad libia, situada a unos 200 kilómetros al este de Trípoli y la última del oeste bajo control insurgente, y Ajdabiya, ciudad que de ser recuperada por las tropas leales a Gadafi abriría la puerta al asalto terrestre al bastión rebelde, Bengasi, 150 kilómetros más al este. Hasta ese momento, la aviación libia castiga el este del país con bombardeos, como el que se ha llevado a cabo este mediodía sobre un aeropuerto situado a solo 10 kilómetros de la ciudad.

La situación es confusa en ambos escenarios. A mediodía, la televisión libia ha anunciado que el régimen ha recuperado Misrata, donde anoche un desafiante Gadafi prometió que hoy tendría lugar la "batalla decisiva". Sin embargo, tres residentes consultados por Reuters por teléfono aseguran que los rebeldes todavía controlan la ciudad. "Están mintiendo. Misrata está tranquila y no hay sonido de bombardeos", decía uno de ellos. Según fuentes médicas citadas por Al Yazira, los combates de ayer en esta localidad, que también sufrió el lanzamiento de proyectiles de artillería, causaron 80 muertos entre las tropas de Gadafi y 18 entre los insurgentes.

Mientras, en Ajdabiya, los rebeldes tratan de contener a las tropas del dictador, conscientes de la importancia de conservar esta localidad, aunque confían cada vez menos en que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe una zona de exclusión áerea. Soldados desertores del régimen de Gadafi han desplegado tanques, artillería y un helicóptero, en lo que supone el primer enfrentamiento con sus antiguos correligionarios, según la BBC. Las víctimas civiles de los combates se amontonan en los hospitales, donde un testigo citado por la cadena Al Arabiya ha visto los cadáveres de al menos 30 mujeres, niños y ancianos.

Coches calcinados, vehículos agujereados por disparos, un tanque volcado y tres cadáveres formaban parte del paisaje que presenció ayer un cámara de Associated Press a la entrada de la localidad, mientras las tropas gubernamentales desplegaban camiones cargados con munición, cohetes y provisiones. Según contó anoche Ibrahim Dabbashi, el embajador adjunto libio en la ONU, que apoya a la oposición, Gadafi está preparando dos operaciones: la de Ajdabiya, a donde ha enviado más de 400 vehículos cargados de mercenarios, y otra contra los pueblos montañosos del oeste, donde está desplegando tanques, artillería pesada y otras armas. Según la información recibida por el diplomático, Gadafi ha dado órdenes para "destruir todo y matar a todos los que se encuentren en Ajdabiya, sin perdonar ninguna vida", así como para "destruir todos los pueblos bereberes", en lo que Dabbashi califica de "limpieza étnica".

El Ejército también lanzó un ultimátum anoche para que los civiles abandonaran antes de las 00.00 (hora española) zonas clave Bengasi de cara a posibles bombardeos en la segunda mayor ciudad del país. Pero pasada esa hora, la vida en la ciudad era normal y silenciosa, según relataban varios testigos a la agencia Reuters. Jibril al-Huweidi, doctor en el Jalaa Hospital de Bengasi, cuenta como a esa hora aún escuchaba los sonidos de las ambulancias yendo de Bengasi a Ajdabiya, "algo que no podrían hacer rápidamente si las fuerzas del mal estuvieran cerca de Bengasi", decía a Reuters.

Poco después del anuncio del Ejército, Gadafi aseguraba que no prevé que se produzca ningún combate ni batalla entre sus tropas y los opositores a su régimen. "Todos los lugares donde (los rebeldes) se han fortificado, están siendo ahora esterilizados con la ayuda de la población, que nos dicen donde se localizan", aseguraba el líder libio en una entrevista a la televisión libanesa LBC.

A juicio del embajador adjunto de Libia en la ONU, Ibrahim Dabashi, el primer diplomático en desmarcarse del régimen al inicio de las revueltas, la comunidad internacional debe actuar en las próximas 10 horas si quiere ayudar a contener la ofensiva gubernamental contra los rebeldes. El diplomático asegura que el régimen libio ha reunido a un grupo de mercenarios ex combatientes de guerras civiles africanas que se desplazan en una columna de 400 vehículos hacia la localidad sitiada de Ajdabiya, a 160 kilómetros de Bengasi. "Sus fuerzas no han conseguido tomarla, así que ha traído este gran destacamento de mercenarios. Nos han dicho que sus instrucciones son destruirlo todo y matar a todo el que encuentren", añadió.

Ataques de los bandos

De creer a los opositores a Gadafi, edificios de Trípoli fueron bombardeados la noche del martes y dos hijos del coronel -Saadi y Jamis, el jefe de la temida Brigada 32- fueron heridos. También aseguran que uno de los cazabombarderos de su escuálido arsenal destruyó el aeropuerto de Sirte, bastión del tirano. Más verosímil es que el aeropuerto militar de Bengasi sí fue atacado desde el aire e inutilizado por la aviación de Gadafi, uno de cuyos hijos, Saif al Islam, aseguró que financió la campaña presidencial de Sarkozy. "Tenemos pruebas", amenazó.

Propaganda al margen, los soldados a las órdenes del autócrata arremetieron contra los milicianos en Ajdabiya y les forzaron a retroceder. Imposible saber con exactitud el número de muertos en este conflicto que hoy cumple un mes. "En 48 horas todo habrá terminado", advirtió Saif el Islam. Su padre añadió, apuntando a los países occidentales: "¿queréis atacarnos? Venid e intentadlo", dijo mientras el Consejo de Seguridad de la ONU se reunía ayer por primera vez para discutir un borrador que establece la zona de exclusión aérea y aumenta las sanciones ya impuestas a Gadafi.

Los libios no dudan de que las atrocidades que han jalonado las cuatro décadas desde la instauración de la Jamahiriya -la república de las masas- volverán a ser moneda común si Gadafi conserva el sillón. Pensar que la mayoría de opositores podrían acogerse a la amnistía anunciada por el sátrapa para quienes entreguen las armas tiene poco sentido. Cunde el nerviosismo en las rebeldes Bengasi y Tobruk, aunque muchos creen que les queda una baza por jugar. Ocho hombres llegan a la sede del consejo local de Tobruk -más de 150.000 habitantes- y comienzan una discusión. Piden armas. "Si la guerra llega aquí, todos lucharán. Este señor", dice un miembro del consejo señalando a un cincuentón, "quiere Kaláshnikov para sus hijos".

Con escasas esperanzas en que el Consejo de Seguridad de la ONU ordene a tiempo la zona de exclusión aérea -si finalmente se aprueba-, en el panorama bélico es cada vez más probable que la insurgencia organizará una guerra de guerrillas en las ciudades para intentar golpear por sorpresa a las fuerzas del dictador. En otros países, los insurrectos se refugiaban en las montañas, en países vecinos, en las selvas... Libia es puro desierto. Y Egipto, Túnez o Argelia no permitirán la expansión de la lucha a sus territorios. Las zonas urbanas son las únicas donde los rebeldes pueden resistir.

En Bengasi, Darna, Al Baida, Tobruk -las ciudades de Cirenaica donde la oposición al régimen de Gadafi echó raíces poco después del golpe que derrocó al rey Idris en 1969- prevalece el deseo de combatir. "Si Gadafi se hace con el control deberá afrontar nuevas divisiones regionales y tribales. Grandes segmentos de la población se negarán a darle la información que necesitaría para enfrentarse a una guerrilla urbana. Podría controlar edificios clave, pero eso no significa tener un control real de la seguridad", explicó a Reuters Yazid Sayig, profesor del King's College de Londres. Sería una larga batalla.


© EDICIONES EL PAÍS S.L. - Miguel Yuste 40 - 28037 Madrid [España] - Tel. 91 337 8200

Entradas populares de este blog

ADIOS MADIBA