Obama sale al rescate demócrata

El presidente inicia una gira por el país para intentar evitar un desastre electoral
ANTONIO CAÑO - Washington - 20/10/2010

El Partido Demócrata deposita en las manos de Barack Obama sus últimas y escasas esperanzas de evitar un desastre en las elecciones legislativas de noviembre. El presidente inicia hoy una gira por todo el país, en la que intentará responder a las preocupaciones legítimas por la situación económica y destacar algunos méritos semiocultos de sus dos años de Gobierno.

El Partido Demócrata deposita en las manos de Barack Obama sus últimas y escasas esperanzas de evitar un desastre en las elecciones legislativas de noviembre. El presidente inicia hoy una gira por todo el país, de Oeste a Este, en la que intentará responder a las preocupaciones legítimas por la situación económica, rebatir los mitos creados en torno a su Administración y destacar algunos méritos semiocultos de sus dos primeros años de Gobierno.

Con todos los males que acechan a Obama, su salud política es aún considerablemente mejor que la de sus colegas en el Congreso. Un 45% respalda su gestión y más de un 50% simpatiza con él personalmente, valora sus esfuerzos aunque no comparta sus propuestas. Por mucho ruido mediático generado en torno a Sarah Palin y el Tea Party, el presidente es todavía el político más popular del país.

Obama viajará hoy, pues, al Estado de Washington a ayudar a sus compañeros de partido a capitalizar, en la medida en que se pueda, esa relativa popularidad. Después irá a California y a Nevada, dos Estados en los que los demócratas se juegan mucho. En el primero, por su dimensión y trascendencia, el Partido Demócrata arriesga, simplemente, el ser o no ser, no ahora en estas elecciones, sino de cara a muchas elecciones en los próximos años. Perder California significaría perder la mayoría nacional. En Nevada está en grave peligro el puesto del actual jefe de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid. Esa derrota sería importante por la debilidad que manifestaría un partido en el que no consigue ganar ni su máxima figura parlamentaria.

Obama acude en ayuda de ellos con voluntad y confianza, pero sin garantías de éxito. Ya en el pasado reciente no pudo evitar las derrotas de sus compañeros en Massachusetts, Virginia o Nueva Jersey. En esta campaña, algunos candidatos demócratas en circuitos muy conservadores han preferido mantenerse lejos del presidente o incluso hacer campaña presumiendo de haber votado en contra de la reforma sanitaria y de otras iniciativas fundamentales de la Casa Blanca.

El estereotipo de que la reforma sanitaria es un inmenso derroche de dinero y una intolerable interferencia del Gobierno en los asuntos individuales se ha impuesto entre un sector importante del electorado que considera, asimismo, que esta Administración ha subido impuestos y ha aumentado el déficit como ninguna otra.

El objetivo de la gira de Obama será, en parte, desmentir esas impresiones. Tiene argumentos para hacerlo. Obama ha aumentado el déficit federal hasta el billón de dólares actuales, principalmente porque fue necesaria una inyección de cerca de 800.000 millones de dólares en la economía para frenar el aumento del paro (objetivo parcialmente conseguido) y más de 700.000 millones de dólares para evitar la quiebra del sistema financiero (la mayor parte del dinero ya ha sido recuperado). Pero nunca ha crecido tanto el déficit como durante el mandato de George Bush, que cogió el país con un superávit de 230.000 millones de dólares y lo dejó con un déficit de casi 450.000 millones, aunque entonces el Tea Party no diera señales de vida.

Obama tiene argumentos también en materia de impuestos. En realidad, esta Administración no solo no ha subido aún ningún impuesto sino que los ha bajado, aunque, como muestra un reportaje publicado ayer por The New York Times, solo un 10% de la población es consciente de ello. Hasta un 95% de los norteamericanos se han visto favorecidos por distintas rebajas fiscales en los dos últimos años, en parte porque una porción significativa del plan de estímulo económico estaba destinada precisamente a la reducción de impuestos para estimular el consumo. Lo que se discute en esta campaña electoral es, sin embargo, la decisión del presidente de no extender a partir del año que viene las deducciones fiscales que Bush concedió a los ingresos superiores a los 250.000 dólares anuales.

La causa de Obama necesita, por tanto, una buena campaña publicitaria. El problema es que no goza ya de la credibilidad de antaño. No es fácil que pueda contener por sí solo la ola en su contra. Y, de momento al menos, tendrá que hacerlo sin ayuda porque nadie en su partido está en condiciones de echarle una mano, con excepción quizá de Bill Clinton, que está en campaña defendiendo los intereses de Obama y de su propio apellido.


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