El jefe de la OTAN en Afganistán, al borde de la destitución

El general McChrystal, citado a la Casa Blanca después de que miembros de su equipo criticaran a altos cargos en 'Rolling Stone'. - El secretario de Defensa habla de "grave error".- El asesor de prensa del general dimite por los comentarios
ANTONIO CAÑO - Washington - 23/06/2010

El general que manda las tropas de la OTAN en Afganistán y sobre cuyas espaldas reposa la estrategia norteamericana en esa guerra, Stanley McChrystal, acude este miércoles en una posición insostenible a la Casa Blanca para ofrecer disculpas a Barack Obama y a sus principales colaboradores por las declaraciones descalificadoras contra todos ellos que hizo recientemente en una entrevista. Esta crisis inesperada constituye un mazazo para los planes del presidente norteamericano en Afganistán y una difícil prueba para las relaciones entre los poderes político y castrense.

Si McChrystal no fuera el genio militar que parece ser y si su retiro no supusiera un quebranto enorme en la evolución de la guerra en Afganistán, es muy posible que a estas horas ya habría sido destituido. Pero McChrystal se ha revelado como un extraordinario estratega. Supo poner en marcha una ofensiva que evitó lo que se veía como una derrota inminente y devolvió un cierto optimismo a sus tropas. Por eso, aunque su despido se da por garantizado, Obama declaró este martes que quiere hablar con él antes de anunciar cualquier decisión. Y también por eso, por el prestigio ganado en el campo de batalla, sus declaraciones a la revista The Rolling Stone, donde expresa su "decepción" con Obama y ridiculiza al vicepresidente Joe Biden y a otros responsables civiles del conflicto, han tenido tan extraordinario impacto.

Obama, que dijo que esas palabras manifiestan "un pobre juicio", citó inmediatamente a McChrystal a la Casa Blanca, donde se reunirá primero por separado con el presidente y, después, con muchas de las personas a las que critica en sus declaraciones, entre ellos el secretario de Defensa, Robert Gates, y el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, almirante Mike Mullen. También acudirá a la reunión la secretaria de Estado, Hillary Clinton, la única que se libra de las críticas del general, que sí incluyen al enviado especial norteamericano a esa región, Richard Holbrooke, y al embajador en Kabul, Karl Eikenberry.

McChrystal se disculpó con todos ellos y despidió a su jefe de prensa. "Expreso mis más sinceras disculpas", afirma el general en un comunicado, "fue un error que nunca se debería de haber producido". El error, al parecer, está provocado por la decisión del responsable de prensa de colaborar en el perfil de McChrystal que estaba realizando el periodista Michael Hastings.

Pero, en realidad, ese asunto es marginal. El problema de fondo es la tendencia de McChrystal a expresar sus opiniones con plena libertad y saltándose las reglas de comunicación establecidas entre los rangos del Ejército. McChrystal fue ya reprendido por Obama el 1 de octubre, en una conversación sostenida a bordo del Air Force One en Copenhague, donde el presidente participó en la cumbre del clima, por su excesiva insistencia en la demanda de refuerzos para Afganistán.

Obama, finalmente, le dio 30.000 soldados más y McChrystal comenzó a hacer progresos en la guerra, pero nunca perdió su afición por el lenguaje franco sobre la marcha de los acontecimientos. Ahora ha ido demasiado lejos. Gates calificó sus declaraciones como "un error significativo". Los principales senadores republicanos y demócratas han calificado sus palabras de "inapropiadas". Influyentes voces en Washington, en la derecha y en la izquierda, reclaman al unísono su destitución.

No es una decisión sencilla para Obama. Cuando fue nombrado, hace un año, se convirtió en el símbolo de la nueva estrategia en Afganistán. Su salida ahora podría interpretarse como el fracaso de esa estrategia, como el tiro de gracia a un plan que está encontrando considerables obstáculos en las últimas semanas.

Un informe reciente de Naciones Unidas confirmaba que la violencia ha crecido en los últimos cuatro meses y que también ha aumentado la capacidad de los insurgentes de ocupar localidades dispersas en el sur y el sureste de Afganistán. Las fuerzas de la OTAN no consiguen estabilizar por completo la ciudad de Marja para permitir el restablecimiento de la autoridad central y el propio McChrystal reconoció hace pocos días que la ofensiva sobre Kandahar, que se esperaba para comienzos del verano, tendrá que ser retrasada por algún tiempo.

Las cosas no marchan de acuerdo al calendario previsto para permitir, como prometió Obama, que la retirada empiece en un año. En este escenario, la sustitución de McChrystal, además de un problema táctico representa un fuerte golpe moral. En última instancia, siempre es posible encontrar a un general bien cualificado para dirigir esa guerra. El actual número dos de McChrystal, el general David Rodríguez, por ejemplo. Pero lo que resulta más difícil es desterrar la imagen de división y desesperanza que la salida de McChrystal provoca. Para hacerle frente, Gates invocó ayer la necesidad de "seguir combatiendo con unidad de propósito".


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