REVOLUCIÓN DE LAS PAPAS FRITAS

Una protesta diferente, positiva y con contundente mensaje político

NO SON jazmines, claveles, palos, piedras o pancartas las armas de su lucha. Sus protagonistas, al igual que en el mundo árabe son los jóvenes, pero a diferencia de éstos no buscan derrocar a gobernantes autocráticos aferrados al poder, sino todo lo contrario: dotarse de un gobierno.

Esto es lo que ocurre en Bélgica, a miles de kilómetros de distancia del Oriente Medio donde el estallido popular ya cobró los mandatos de dos gobernantes (el tunecino Ben Alí y el egipcio Hosni Mubarak) y tiene tambaleando a muchos más (Yemen, Bahrein, Argelia, Siria, Libia, Jordania, Libia e Irán).

La abismal diferencia entre los francófonos y los flamencos así como los ánimos separatistas de éstos últimos han impedido desde hace años la conformación de un Ejecutivo estable y por ello la crisis política se ha vuelto endémica. Sin embargo la situación se torno ya caótica. Completaron 249 días sin acuerdo para formar gobierno, superando el récord mundial que en 2010 impuso Irak.

Los jóvenes, sin distingo de raza, origen, lengua o simpatía política decidieron desde hace meses impulsar un movimiento distinto, pacífico pero sobre todo positivo. A través de Internet generaron a una lluvia de ideas para definir su símbolo, cómo protestarían por el vacío de poder y cómo ese inconformismo llegara a odios del rey Alberto II.

Así, los ciudadanos del común expusieron una variopinta de ideas que iban desde dejarse crecer la barba, una huelga de sexo, un desfile blanco, un striptease colectivo, acampar en la web y exigir a sus representantes la devolución de los dineros públicos porque no están cumpliendo con la función para la que fueron elegidos, hasta la distribución masiva y gratuita de su snack nacional.

Así, con una altísima dosis de ironía y un mensaje político claro: un gobierno para fortalecer la unidad nacional, nació la revolución de las papas fritas con la que ayer miles de personas “festejaron” en las calles de Bruselas y otras ciudades belgas.

Kliment Kostadinov, estudiante de 24 años y uno de los promotores de la jornada de acción organizada en este reino de 11 millones de habitantes fue enfático en señalar: “Hemos visto lo que ha pasado en Túnez y Egipto. Aquí también tratamos de promover una revolución positiva. Por eso hemos escogido las papas, que son el símbolo de la unidad belga. Queremos dar un mensaje claro: no a la separación del país”.

Marine Tholomé, de 19 años, una francófona residente en Lovaina (Flandes) expresó por su parte “Este récord es una vergüenza. Los políticos deben pensar un poco en las personas. Deben llegar a un compromiso".

En la plaza central de esta ciudad estudiantil, al igual que ocurrió en claustros universitarios de otras ciudades, grupos de jóvenes hicieron cola en un puesto de distribución gratuita de papas, instalado para la ocasión. Otros estamparon en una larga banderola blanca el lema del reino "La unión hace la fuerza" y la fórmula "Bélgica=1".

Como sugiere el eslogan de su campaña y de su revolución de las papas fritas, "No en nuestro nombre", los jóvenes rechazan toda politización de las diferencias flamencas y valonas, y quieren seguir formando un solo país.

Pero de esta innovadora y hasta ahora forma de protestar, se pasó a una más llamativa y fue, sin duda para los más arriesgados. Ocurrió en el norte, más específicamente en Gante, donde un centenar de personas realizaron un 'striptease' colectivo para remarcar el hecho de que los líderes políticos igualaron el nada envidiable récord mundial que detentaba Irak como un país sin gobierno.

A estas particulares formas de protestar habían antecedido, desde comienzos del año, muchas otras y todas con el mismo fin: dar señales inequívocas de incredulidad e indignación por la prolongada crisis política y en consecuencia por la parálisis nacional.

Ese hartazgo se expresó inicialmente con lo que denominaron el “Desfile de la vergüenza” en el que participaron más de 30 mil personas en Bruselas que marcharon coreando“¿Que deseamos?, un gobierno”.

A los pocos días comenzaron a registrarse otras formas de expresión y variadas propuestas. Así mientras una senadora belga lanzó un llamado a seguir una "huelga de sexo" nacional (abstinencia total) hasta que los líderes políticos llegaran a un acuerdo para formar gobierno, un actor pidió que los belgas se dejaran crecer y unos cibernautas plantearon montar tiendas de campaña virtuales ante la oficina del primer ministro en Bruselas. (Hasta el pasado jueves más de 64.500 personas habían 'acampado' en la web).

Otro joven, un flamenco anónimo, planteó -en YouTube- llevar ante la justicia a los dirigentes políticos e imponerles una sanción pecuniaria por su incumplimiento. “Que paguen 10 millones de euros por cada día que pase sin gobierno!... Ustedes querían un trabajo, lo han obtenido, ¡felicidades! Ahora, trabajen", exhorta.

Y aunque ideas como éstas causan hilaridad denotan que la copa de la paciencia se rebosa.
Los jóvenes han señalado que lo más preocupante es que nada indica que a hoy, ocho meses después de las elecciones legislativas, sus dirigentes estén cerca de un compromiso para reemplazar al gobierno en funciones por un verdadero Ejecutivo.

Al contrario, las divisiones entre las formaciones flamencas y francófonas, que representan a las dos principales comunidades lingüísticas parecen acrecentarse y la solución real ha sido simplemente prolongar el mandato del ministro interino de Finanzas, encargado provisorio de un gobierno en el aire.

La caótica situación política comienza a hacer graves estragos en la economía y los empresarios la califican como “un infierno sin precedentes”. Y aunque por lo pronto es una revolución pacífica y positiva, como los jóvenes la han bautizado, de las papas fritas puede pasarse a la sobre cocción y de allí a la explosión de una olla a presión.

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