La policía trata de imponer la calma en dos ciudades francesas

500 agentes patrullan Grenoble y Saint-Aignan tras noches de disturbios
ANTONIO JIMÉNEZ BARCA - París - 20/07/2010

Tras vivir un fin de semana de disturbios, asaltos, coches quemados e incidentes, dos localidades francesas, Grenoble (Isère), de 150.000 habitantes, y la pequeña Saint-Aignan (Loir-et-Cher), de 3.500, parecían ayer recobrar poco a poco la paz. Un total de 500 hombres, entre policías y gendarmes, los vigilaban de cerca y lo seguirán haciendo hasta "que el orden se restablezca por completo".

Tras vivir un fin de semana de disturbios, asaltos, coches quemados e incidentes, dos localidades francesas, Grenoble (Isère), de 150.000 habitantes, y la pequeña Saint-Aignan (Loir-et-Cher), de 3.500, parecían ayer recobrar poco a poco la paz. Un total de 500 hombres, entre policías y gendarmes, los vigilaban de cerca y lo seguirán haciendo hasta "que el orden se restablezca por completo", según aseguró el general de la Gendarmería Jacques Mignaux. Con todo, la madrugada del lunes fue más o menos tranquila en los dos lugares. Aun así, se registraron disparos en el barrio de Villeneuve, una colonia de edificios constituida en el epicentro de los disturbios en Grenoble. Los tiros iban destinados a un coche patrulla de la policía, pero no hirieron a nadie.

En Grenoble todo empezó la madrugada del viernes cuando, en una persecución en coche, un agente mató de un disparo a Karim Boudouda, que acababa de participar en el atraco de un casino de la provincia cobrándose un botín de 40.000 euros. Boudouba murió muy cerca de su casa, precisamente en el barrio de Villeneuve, y su cadáver quedó expuesto en la acera buena parte de la noche, lo que exacerbó los ánimos.

La noche siguiente, los jóvenes de ese barrio quemaron unos 80 coches y asaltaron varios comercios para protestar por lo que consideraban un asesinato. La policía, por su parte, asegura que el agente disparó en legítima defensa. El sábado, el ministro de Interior, Brice Hortefeux, se desplazó a Grenoble para interesarse por el asunto y asegurar que el dispositivo policial desplegado, compuesto de 200 hombres, permanecerá "hasta que sea necesario".

Mientras nadie parecía contener un fuego, otro surgía a varios centenares de kilómetros, en la pequeña Saint-Aignan, en el centro de Francia. También en este caso la causa había que buscarla en la muerte de un hombre a manos de la policía, en otra persecución: Luigi Duquenet, de 22 años, moría en la madrugada del sábado de un disparo, tras saltarse un control, según la policía. El domingo por la tarde, unas 50 personas, amigos y familiares de Duquenet, tomaron el centro de la pequeña ciudad y, encapuchados y armados con hachas y barras de hierro, destrozaron parte de la fachada de la comisaría, rompieron ventanas, semáforos, señales de tráfico y teléfonos públicos, quemaron coches y echaron abajo a hachazos varios árboles de la ciudad. También saquearon una panadería. La dueña hablaba ayer en la televisión: "Llevaban hachas, se llevaron todos los bollos. Pero no rompieron nada".

El Gobierno francés, para tranquilizar la situación, desplegó el domingo a 300 gendarmes. Ayer, el alcalde, Jean-Michel Billon, aseguraba que la calma había vuelto a la pequeña ciudad pero que había que mantenerse "vigilante".


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