OPINIÓN

Poder y locura

Culto a la personalidad promovido por Al-Assad en Siria, Hussein en Irak y Gaddafi en Libia...

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JULIO CÉSAR PINEDA | 
jueves 22 de octubre de 2015  12:00 AM
El libro de Vivian Green "La locura en el poder. De Calígula a los tiranos del Siglo XX", describe cómo el poder destruye a quienes lo detentan y a la sociedad que lo sufre. Demuestra expresiones de variadas psicopatologías, especialmente cuando se analizan las vidas públicas y privadas de monarcas y gobernantes.

Entre ellos, señala el escritor, los más célebres desde la antigüedad: Calígula, Liberio, Nerón, Heliogábalo. En la Edad Media: Juan Sin tierra, Eduardo II, Ricardo II, Enrique VI, Juana Reina de Castilla y su bisnieto Don Carlos, el sueco Erick XIV, Cristian VII de Dinamarca, Luis II de Baviera; y los rusos Iván el terrible y Pedro El Grande. En el siglo XX: Mussolini, Hitler y Stalin, inestables psíquicamente, quienes utilizaron el poder para colmar sus frustraciones. 

En su libro "En el poder y en la enfermedad" David Owen, indica cómo estos líderes autoritarios no quieren demostrar signos de debilidad o de enfermedad. En muchos casos su desaparición final es misteriosa y se anuncia cuando el propio poder organiza la sucesión.

Fundamental

La transparencia es fundamental en el ejercicio del poder. La población debe estar informada de la salud de sus monarcas, jefes de Estado o jefes de gobierno. De allí la necesidad en las grandes democracias de los exámenes físicos y psicológicos de los candidatos que se someten a la consulta popular. Se pregunta Green: "Si las enfermedades físicas han tenido efectos tan importantes y catastróficos en la historia de la humanidad ¿qué podemos decir de los trastornos mentales? Esto referido a los locos que nos han gobernado". Título de una obra reciente en Francia, escrita por el psicólogo social Pascal Sutter denominado en francés "Ces Fous qui nous gouvernent". Muchos de estos gobernantes han sufrido depresiones con síntomas maniaco-depresivos, con alucinaciones y delirios. Pueden pasar de estados de mucha excitación a profundas tristezas, de la acción desmesurada a la pasividad total. En su fase menor son neurosis o trastornos de la personalidad donde la función cerebral sufre y puede estar en los límites entre lo racional y lo emocional, lo lógico y lo absurdo. En varios de ellos hay una denominada personalidad fronteriza con la pérdida del sentido de la realidad. Todo esto dificulta el sano ejercicio del poder y cumplir con las responsabilidades de Estado. Cuando se trata de gobernantes psicópatas, la ambición no tiene límite para aferrarse al poder en la permanente división de amigos y enemigos. Con la desaparición de estos personajes, casi siempre muere el mito y la leyenda, quedando sin efecto las realizaciones de sus proyectos políticos. Hoy el mundo condena la psicopatía de Stalin, la locura de Hitler y las extravagancias de Mao Tse-Tung.

Culto a la personalidad

En nuestra experiencia diplomática en el Medio Oriente, pudimos conocer la ambición desmesurada de dirigentes, que han dejado su huella destructiva por su locura en el poder y el culto a la personalidad. Desde los años 50 Egipto proyectó en todo el mundo árabe a Gammal Abdel Nasser, con una puesta en escena de la sumisión total y la adulación de las masas. Eran tiempos de la radio y su voz estaba en todos los aparatos con la insistente propaganda en los afiches y las grandes manifestaciones populares. Este culto a la personalidad también fue promovido por líderes como Hafez Al- Assad en Siria, Saddam Hussein en Irak y Muamar el Gaddafi en Libia. Con poder militar ilimitado construyeron palacios inaccesibles en el espíritu de las mil y una noches, pero hablaban de la revolución de los humildes. Todos trataban de estar omnipresentes con sus fotos y sus mensajes. En Libia era obligatorio un retrato de Gaddafi por cada ciudadano. En Damasco Al-Assad construyó su residencia presidencial en lo más alto de la ciudad. Por su parte, Saddam vivía en una fortaleza militar, a partir de 1979 sus propagandistas lo calificaban de deidad, descendiente del profeta Mahoma, de Nabucodonosor encarnación de Saladino. 

Como periodista tuve la oportunidad de entrevistarlo, durante la primera Guerra del Golfo y conocer sus excentricidades en la milenaria Bagdad. Como diplomático, embajador de Venezuela por 3 años en Libia, conversé en varias oportunidades con el coronel Gaddafi, quien se hacía llamar el Guía de la Revolución en su exclusiva Gran Jamahiriya Árabe Libia Popular y Socialista. ElLibro Verde, era su Constitución y la de su Estado. Como todos los otros megalómanos del mundo árabe pretendía encabezar la revolución panárabe y en su caso panafricana.

Una de las tragedias políticas del Medio Oriente es que los Estados no fueron producto de naciones constituidas con sus instituciones, sino fronteras trazadas por el colonialismo europeo en función de los intereses de las potencias, las cuales impulsaron liderazgos artificiales o permitieron liderazgos mesiánicos autoritarios. 

jcpineda01@gmail.com

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