Irán reanuda el diálogo nuclear debilitado por las sanciones

ÁNGELES ESPINOSA (ENVIADA ESPECIAL) - Estambul - 22/01/2011

El tono desafiante con el que Irán ha llegado a las enésimas conversaciones nucleares con las grandes potencias no ha intimidado a sus interlocutores. Europeos y estadounidenses están convencidos de que la presión diplomática, las sanciones y algunos ejercicios de sabotaje (como el virus Stuxnet) han retrasado el programa nuclear iraní y que eso les da cierto margen de maniobra en Estambul. Distinto será que consigan convencer a Teherán de renunciar al enriquecimiento de uranio que está en la base de sus diferencias. Los Seis (EE UU, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania) se darán por satisfechos si hoy se despiden de los iraníes con un compromiso para seguir dialogando.

"Los últimos análisis aseguran que las sanciones están funcionando, que han hecho mucho más difícil para Irán proseguir con sus ambiciones nucleares", declaraba la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, hace unos días en Abu Dhabi. Los inspectores de la ONU han constatado el pasado noviembre un parón en un millar de centrifugadoras en la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz. No está claro en qué medida ese y otros problemas técnicos que los iraníes han encontrado en el último año son fruto de las sanciones o de los sabotajes (como el virus Stuxnet) de que están siendo objeto de forma anónima.

Recorte de subsidios
Lo que resulta innegable es que las sanciones han empezado a hacer mella en Irán más allá de las iniciales dificultades para abrir cartas de crédito que desde hace tiempo venían afectando a los empresarios. Aunque los dirigentes iraníes lo niegan, muchas de las medidas que se han visto obligados a adoptar tienen una innegable conexión con su creciente aislamiento financiero e internacional.

Una de las más visibles es el desmantelamiento, después de años de debate, del sistema de subsidios que cuesta unos 75.000 millones de euros del presupuesto anual. Aunque nadie cuestiona la necesidad de la medida, su previsible coste social la convierte en una decisión políticamente explosiva solo impulsada por la urgencia. EE UU ha conseguido que la mayoría de sus aliados se nieguen a vender gasolina a Irán (que, a pesar de ser el quinto exportador del mundo, carece de suficiente capacidad de refino).


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