Cristina Fernández será la primera mandataria recibida por el nuevo Papa
Francisco tiende la mano al Gobierno argentino pese a sus viejos desencuentros
Francisco Peregil / EFE Buenos Aires / Roma 18 MAR 2013 - 02:17 CET274
El papa Francisco, arzobispo de Buenos Aires hasta su elección la semana
pasada, recibe hoy a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner,
en una esperada audiencia; la primera de un jefe de Estado. Las tensiones entre
la mandataria y el Pontífice vienen de lejos. Ambos parecen ahora decididos sin
embargo a dejar atrás los desencuentros.
"Se trata de un gesto de cortesía, de atención hacia Argentina y su
presidenta", ha declarado el portavoz vaticano, Federico Lombardi, que considera
"natural" que el Papa reciba a la presidenta de su país de una forma "diferente"
al resto las delegaciones que asistirán a la misa de inicio de pontificado, el
19 de marzo. Lombardi ha subrayado que no se trata de una visita formal o de
Estado, sino un gesto de cariño hacia su tierra natal.
La presidenta Fernández es la primera mandataria recibida
por el nuevo Papa
El Papa recibirá a Cristina Fernández a las 12.50 horas y almorzará con ella
en la residencia de Santa Marta, el lugar donde se hospedan los cardenales
durante el cónclave y donde aún se aloja el Pontífice, que todavía no ha tomado
posesión de sus habitaciones en el palacio apostólico.
A lo largo de varios lustros y millones de páginas se ha intentado explicar qué es el peronismo y cómo pudieron convivir en ese
movimiento argentino agrupaciones de ultraderecha y extrema izquierda o gobiernos
neoliberales como el de Carlos Menem (1989-1999) seguidos por otros como el
de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. El debate está lejos de concluir. Pero hay
un rasgo que podría explicar una parte del fenómeno: la capacidad de los
peronistas para amoldarse a nuevas situaciones, su cintura política, la
habilidad, el pragmatismo para alcanzar un acuerdo entre rivales que hasta el
día anterior se insultaban en público. Este lunes, Roma presenciará una gran
lección de convivencia y también de peronismo práctico.
El papa Francisco, después de criticar durante años la corrupción en
Argentina, la aprobación del matrimonio igualitario, la crispación, la
inseguridad ciudadana, la falta de diálogo o de políticas eficaces contra la
pobreza… Después de sufrir numerosos desaires por parte del Gobierno y de haber sido
criticado como si fuera el líder de la oposición en la sombra, ha decidido que
el primer mandatario político que recibirá en el Vaticano sea Cristina
Fernández, la misma que acogió la noticia de su nombramiento con una fría carta de
felicitación protocolaria, la misma que se ha negado a recibirlo desde hace años
y la misma que desde 2005 decidió junto a su marido, Néstor Kirchner, trasladar
las ceremonias del Tedéum del 25 de mayo desde la catedral porteña, donde
oficiaba el actual Papa, a otros templos.
Una vez que el cardenal Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el papa
Francisco, a ambos les conviene el borrón y cuenta nueva. A Cristina Fernández,
porque siendo la presidenta de los 40 millones de argentinos
—como le gusta ser presentada— no le interesa enfrentarse a un Papa que desde el
primer momento ha conseguido transmitir una imagen de austeridad y amor por los
pobres. Y al Papa, porque siendo el líder espiritual de los 1.200 millones de
católicos no le conviene que se recuerde desde Argentina su “falta de coraje” —en
palabras difundidas el jueves por el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel— que
mostró en la lucha por los derechos humanos durante la dictadura militar
(1976-1983). Hasta ahora, Cristina Fernández no hizo ni una sola alusión, ni
buena ni mala, al pasado de Francisco.
Alberto Fernández es ahora un político peronista opositor al Gobierno
argentino. Pero en su día fue el poderoso jefe de Gabinete de Néstor Kirchner y
también de Cristina Fernández en 2008. Vivió en primer plano todos los
desencuentros del Gobierno peronista con un cardenal como Bergoglio, que en su
juventud había militado en la formación peronista de centroderecha Guardia de
Hierro. “Yo le decía a Néstor: ‘Si miras quiénes son los enemigos de Bergoglio
dentro de la Iglesia te darás cuenta de que tienes que ser amigo de Bergoglio’.
Porque sus enemigos eran los más reaccionarios. En una Iglesia como la
argentina, un cura democrático ya vale muchísimo. Y él lo era. Y también, un
gran político”.
Hasta el momento, Fernández no ha hecho ni una alusión, ni
buena ni mala, al pasado de Francisco
“Bergoglio”, continúa Alberto Fernández, “estaba convencido de que el
periodista Horacio Verbitsky [director de Página 12, el diario que más
ha indagado sobre el desempeño del cardenal durante la dictadura] escribía
contra él incitado por Kirchner. Y eso nunca ocurrió. Pero no había forma de
convencerle de lo contrario. Entonces comenzó a reunirse con los opositores. Y
ellos se colgaban de todas sus declaraciones en contra del Gobierno. También
estaba muy molesto con nuestra intención de llevar la educación sexual a los
colegios o de enseñar a los chicos métodos de anticoncepción. Pronunció
discursos muy duros contra el Gobierno, jugó a la política de forma muy activa.
Y si juegas al ajedrez de la política, has de asumir que las negras también
mueven”.
La pasión de Bergoglio por la política podría ilustrarse con un ejemplo. El
gran rival de Cristina Fernández dentro del propio peronismo es el gobernador de
la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, quien aspira a ser el próximo
presidente. Para controlar sus pasos de cerca, Fernández le colocó como
vicegobernador a Gabriel Mariotto. Scioli y Mariotto se convirtieron en íntimos
enemigos. ¿Y quién ha sabido mantener una relación fluida y cordial con los dos?
Bergoglio.
Como muestra de esa pasión del Papa por la política, Alberto Fernández cuenta
lo que le ocurrió cuando acudió hace solo dos meses a su dentista. “La consulta
tiene tres pisos. Yo estaba en el tercero. Y de pronto el doctor me dijo que en
el primero había una persona que me conocía y que quería hablar conmigo. Era él,
el cardenal. Estuvimos 25 minutos hablando de política. Y daba gusto, porque es una persona muy preparada”.
La llegada a Roma del primer Papa latinoamericano ha sido muy bien acogida por
mandatarios como ecuatoriano Rafael Correa, quien se declaró “bien emocionado”,
la brasileña Dilma Rousseff o el chileno Sebastián Piñera. La mayoría de ellos
estaban intentando entrevistarse con el Papa antes de la misa de entronización,
el próximo martes. Pero Francisco decidió que la primera tendría que ser
Cristina Fernández. Y además, quiso invitarla este lunes a
almorzar.