ELECCIONES GENERALES EN EL REINO UNIDO


Brown convoca para el 6 de mayo las elecciones más competidas en el Reino Unido desde 1992Ningún candidato parte como favorito en los comicios más apretados desde 1992
WALTER OPPENHEIMER | Londres 06/04/2010

El primer ministro británico, el laborista Gordon Brown, ha pedido esta mañana permiso a la reina Isabel II para disolver el parlamento y convocar elecciones legislativas para el 6 de mayo, día en el que se celebrarán también elecciones locales. Se trata de los comicios más apretados desde que en 1992 John Major renovó contra pronóstico la mayoría que los conservadores ostentaban desde que Margaret Thatcher llegara al poder en 1979.

Brown, que a primera hora se reunió con el Gabinete, llegó al palacio de Buckingham a las 10 de la mañana (las 11 en la España peninsular) y tiene previsto dirigirse a media mañana a los británicos desde Downing Street para anunciar oficialmente la fecha del 6 de mayo como el día de las elecciones, una fecha que es un secreto a voces desde hace semanas. Luego viajará a Birmingham y a Yorkhsire para empezar la campaña laborista. El líder conservador, David Cameron, tiene previsto hacer una declaración poco antes de que lo haga Brown. El líder liberal-demócrata, Nick Clegg, habló ya esta mañana ante sus seguidores y llamó a los electores a votar por "un cambio real" y no por los dos grandes partidos que desde hace un siglo dominan la política británica.

Los liberales-demócratas esperan convertirse en el partido clave para decidir el Gobierno. Pero para conseguirlo necesitan que, por primera vez desde 1974, las elecciones no otorguen la mayoría absoluta a ninguno de los candidatos. Un sondeo de ICM publicado esta mañana por el diario pro laborista The Guardian respalda esa posibilidad al situar a los laboristas con el 34% de los votos, los conservadores con el 37% y los liberales-demócratas con el 21%. De hecho, si se confirmaran esos porcentajes en el día de las elecciones, nadie obtendría la mayoría absoluta pero los laboristas podrían conseguir más escaños que los tories debido a las particularidades del sistema electoral británico y el reparto geográfico de los apoyos de los dos grandes partidos. Un resultado que facilitaría un pacto de Gobierno entre laboristas y liberales-demócratas.

Las elecciones de 1992 son el gran fantasma que ha de combatir David Cameron, hasta hace unos meses aplastante favorito para convertirse en el próximo primer ministro y devolver a los tories el poder que acabaron perdieron en 1997, cuando fueron aplastados por el arrollador impulso de optimismo que supuso la irrupción del Nuevo Laborismo de Tony Blair en la política británica.

En aquel año, el laborista Neil Kinnock empezó la campaña como claro favorito pero acabó siendo superado por John Major, que a media legislatura había sustituido a Margaret Thatcher como primer ministro. Ahora se da la misma situación: Gordon Brown llegó a Downing Street a media legislatura y Cameron es el candidato renovador que parte como favorito.

Pero hay otro ejemplo a tener en cuenta: en 1997, Blair era abrumador favorito desde dos años antes pero su ventaja cayó bruscamente unas semanas antes de los comicios. Eso no le impidió obtener al final una victoria abrumadora que cambió quizás para siempre la política británica, transformando el Partido Laborista en una formación centrista, abierta a las clases medias y muy alejada de su tradicional obrerismo.

Esta vez, ninguno de los tres candidatos a primer ministro ha liderado antes a su partido en unas elecciones generales. Por primera vez en la política británica, los tres participarán en tres debates televisados que se auguran decisivos para decidir el voto final. Hay otras diferencias: las elecciones llegan tras una recesión que ha afectado profundamente a la economía británica, ha dejado las cuentas públicas en un estado alarmantemente precario y ha puesto de relieve que el país necesita diversificar su economía y dejar de depender tanto de la industria financiera y del mercado de la vivienda. Llegan también después de que una larga serie de escándalos, culminada con la polémica sobre los gastos excesivos reclamados por más de la mitad de los diputados de los Comunes, haya desprestigiado profundamente a la clase política.

Otros elementos de la campaña estuvieron ya presentes en anteriores comicios, como la reforma de los servicios públicos, la creciente aprensión de los británicos hacia la inmigración o la cuestión de la seguridad ciudadana y en particular los graves problemas de comportamiento antisocial que el Reino Unido sufre desde hace decenios. El lugar del Reino Unido en el mundo y en particular sus relaciones con Europa son un aspecto que ningún partido quiere que contamine la campaña pero que suele acabar haciéndolo de una forma u otra. Quizás la mayor diferencia frente a 2005 es que, esta vez, la guerra de Irak ya no está en campaña.

Una tradición con 55 años de historia

La reina Isabel II se ha desplazado desde el castillo de Widsor, a las afueras de Londres, hasta el Palacio de Buckingham para recibir en audiencia a Gordon Brown y cumplir con una liturgia con la que una de las democracias del mundo procede a disolver un Parlamento para elegir uno nuevo.

Isabel II repite el protocolo desde 1955 y el último primer ministro que comunicó a la soberana británica la convocatoria de elecciones fue Tony Blair en 2005. Antes de que la reina llegue a Buckingham, el secretario privado de Isabel II se pone en contacto telefónico con el 10 de Downing Street, residencia oficial del primer ministro, para concertar la hora a la que se reunirán Brown y la monarca.

Entonces, Brown se traslada a Buckingham en su coche oficial, con una escolta motorizada, y acompañado por su secretario, Jeremy Heywood. En la residencia real será recibido por el secretario real y conducido ante Isabel II. El trámite supone que el primer ministro pida oficialmente a la jefa del Estado que disuelva el Parlamento y que ambos pacten una fecha para el llamado "discurso de la reina", en el que la monarca enumerará los objetivos programáticos del nuevo Gobierno.

Después, Brown regresa al 10 de Downing Street, donde previsiblemente pronunciauna breve declaración, aunque también es posible que decida comparecer ante la Cámara de los Comunes (cámara baja), que vivirá una semana de intensa actividad para cerrar los proyectos legislativos pendientes antes de su disolución el próximo lunes.

La norma no escrita es que el Legislativo que salga de las urnas se reúna por primera vez en el primer miércoles después de las elecciones, que se celebrarán el jueves anterior, pero en esta ocasión, según informa hoy el diario The Times, los plazos de alargarán ante la previsión de que no haya una mayoría clara.

Este diario indica que la reina Isabel pronunciará su discurso 18 días después de las elecciones para permitir un plazo suficiente de tiempo para que se aclare el panorama político en el caso de que, como pronostican las encuestas, no haya una mayoría absoluta.

EFE



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