Teherán descarta a dos candidatos críticos en las presidenciales

Las candidaturas de Ali Akbar Hachemi Rafsanyani y Esfandiar Rahim Mashaei son rechazadas

El Consejo de Guardianes aprueba una lista compuesta por ocho fieles del líder supremo Ali Jameneí

 

El expresidente iraní, Akbar Hashemi Rafsanjani, presenta su candidatura el pasado 11 de mayo. / Ebrahim Noroozi (AP)
 
El Consejo de Guardianes de Irán ha descartado a Ali Akbar Hachemi Rafsanyani y a Esfandiar Rahim Mashaei como candidatos a las elecciones presidenciales del próximo 14 de junio, según anunciaron diversas agencias iraníes citando un comunicado del Ministerio del Interior.
Ninguna sorpresa. La lista de ocho personas incluye al jefe negociador nuclear, Said Yalili; al alcalde de Teherán, Mohamed Qalibaf; al expresidente del Parlamento Gholam-Ali Haddad-Adel; al exministro de Exteriores Ali Akbar Velayati, y otros cuatro candidatos de relleno. Todos ellos figuras conservadoras de probada lealtad al líder supremo, Ali Jameneí, y al sistema de velayat-e-faqih que justifica la capacidad de veto de la máxima autoridad sobre las instituciones elegidas. Qalibaf, Velayati y Haddad-Adel, agrupados bajo la Coalición Principalista de los Tres, han dicho que se retirarían de la campaña si el Consejo aprobaba la candidatura de Yalili.
De momento, la preselección es esencial para asegurarse de que las próximas elecciones no se salen del guión establecido y evitan cualquier riesgo de que las voces discrepantes puedan hacerse oír siquiera durante la campaña. La experiencia de 2009, cuando los iraníes se lanzaron a la calle para denunciar lo que consideraron un fraude electoral en la reelección de Mahmud Ahmadineyad, ha obligado a extremar las precauciones. Las candidaturas, presentadas en el último momento, de Rafsanyani y Mashaei constituían un riesgo por distintas razones.
Desde la víspera, el secretario del Consejo de Guardianes ya había adelantado que a partir de cierta edad no se estaba en condiciones plenas para ejercer de presidente, una poco velada alusión a los 78 años de Rafsanyani. Y es que el veterano expresidente, largamente enfrentado con Jameneí, se había convertido en el candidato reformista por eliminación. Aunque no sólo es un hombre del régimen sino uno de los hombres que hicieron el régimen, su estilo pragmático de gobernar abrió las puertas en los años noventa del siglo pasado a la llegada de Mohamed Jatamí. Como miembro de la élite del sistema, despreció sin ocultarlo a Ahmadineyad (quien además le propinó una humillante derrota electoral en 2005). De ahí que hace cuatro años, apoyara a los reformistas aunque no llegara a romper la baraja por ellos.
En cuanto a Mashaei, las enemistades que concita son de otro carácter. El consuegro de Ahmadineyad (un hijo de éste está casado con una hija de aquél) paga tanto la incomodidad que sus ideas suscitan entre los tradicionalistas que monopolizan el poder como su asociación el presidente saliente. Existe la percepción generalizada de que Ahmadineyad, quien por ley no puede presentarse a un tercer mandato, intentaba colocar a Mashaei en la presidencia para proseguir su proyecto conservador-populista que tanto ha irritado a las élites gobernantes. El propio líder sancionó su triunfo en 2009 en una toma de partido que le hizo perder una buena dosis de prestigio; sin embargo, poco después depuso a Mashaei como primer vicepresidente apenas una semana después de su nombramiento por Ahmadineyad.
La única sombra en la lista de que Irán no es un monolito ideológico es la inclusión de tres altos cargos de la época del reformista Jatamí: el exjefe negociador nuclear Hasan Ruhani, el ex vicepresidente Mohammad Reza Arer y el ex ministro Mohammad Gharazi. Pero es un gesto menos que simbólico, ya que los tres son figuras poco conocidas, sin apoyo popular y que no se han significado públicamente en la defensa de la pluralidad que el régimen silenció sin contemplaciones tras las últimas presidenciales. El octavo en liza es Mohsen Rezai, un ex jefe de los Pasdarán que ya concurrió sin éxito en 2009 y que se presenta como centrista.
Aparte de controlar Internet, el gran reto para los gobernantes iraníes va a ser movilizar a una población que, mayoritariamente, ha dejado de creer en ellos y en la limpieza de los comicios que organizan.

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