CRISIS EN IRAK TRAS LA RETIRADA DE EE UU

Oleada de ataques en Bagdad causa la muerte a al menos 57 personas RAMÓN LOBO / AGENCIAS 22 DIC 2011 - 09:26 CET1
Charco de sangre en el barrio Alawi de Bagdad tras uno de los atentados. / SAAD SHALASH (REUTERS) Al menos 57 personas han muerto y 176 han resultado heridas como consecuencia de una serie de ataques perpetrados este jueves en zonas chíies de Bagdad, en lo que parece el primer ataque coordinado en la capital de Irak desde la retirada de las tropas estadounidenses, según un nuevo balance procedente del portavoz del ministerio de Sanidad, Ziad Tariq. La oleada de violencia en Bagdad mina más si cabe la inestabilidad en el país, sacudido por una grave crisis de Gobierno tras huir de la ciudad el vicepresidente, el suní Tariq al Hachemi, acusado de dirigir escuadrones de la muerte. El primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, ha pedido a la población kurda su captura. La ofensiva terrorista ha sido programada para que sacudiera la capital iraquí en la hora punta de la mañana. Los ataques han golpeado los barrios de Bab al-Mouatham, Karraday Allaui, en el centro de la ciudad, Adhamiyah, Chouala et Chaab, en el norte, Jadriyah, en el este, Ghazaliyah, en el oeste, y al-Amil, en el sur. Una fuente del Ministerio del Interior ha precisado que la mayoría de los atentados se perpetró con coches-bomba y con artefactos explosivos. No ha durado demasiado la pax americana en Irak, el atado y bien atado franquista. Horas después de la retirada del último soldado estadounidense tras casi nueve años de ocupación, el país ha regresado al pasado, es decir, al enfrentamiento sectario; de momento político disfrazado de leyes. Regresa el fantasma del clima de violencia de 2006: la guerra civil entre milicias suníes y chiíes, que provocó miles de muertos y la limpieza étnica de barrios enteros de Bagdad. Lo sunies representan el 20% de la población y fueron los gobernantes de Irak hasta la caída de Sadam Husein. Pese a las peticiones de calma, diálogo y unidad realizadas por el vicepresidente de EE UU, Joe Biden, y por el presidente de Irak, el kurdo Jalai Talabani, Al Maliki no da marcha atrás. Su decisión, la orden de detención de Al Hachemi, no es una ocurrencia, sino que obedece a una estrategia concreta: sustituir el Estado plurinacional por otro menos teatral, en el que no esté en discusión la hegemonía chií. En una rueda de prensa celebrada en la capital iraquí, Al Maliki ha exigido a la región autónoma del Kurdistán la entrega del prófugo. A Hachemi se encuentra desde el lunes en el Kurdistán para evitar su detención. La reclamación de Al Maliki es muy peligrosa, abre un segundo frente. El primer ministro también ha amenazado a los ministros suníes con su expulsión del Gobierno si no abandonan el boicot decidido por Iraqiya, la principal formación suní. Al Maliki ofrece diálogo pero rechaza cualquier intromisión exterior, sea de la Casa Blanca o de la Liga Árabe, "porque se trata de un caso criminal". Parece romper las reglas de juego impuestas por los estadounidenses, que dejaron Irak con un mensaje triunfal que ya es papel mojado. El movimiento de Al Maliki contra Al Hachemi es un mensaje directo y claro a los suníes: el poder está ahora en manos de los chiíes (el 60% de la población en Irak; el otro 20% son kurdos). Los jefes tribales suníes, como el jeque Al Duleimi, advierten de que estas decisiones pueden conducir al caos. Las milicias creadas por el general David Petraeus en 2007 para luchar contra la insurgencia extranjera vinculada a Al Qaeda está ahora en peligro; son el siguiente objetivo. Petraeus fue audaz y arriesgado al pactar con esa insurgencia nacional que atentaba contra sus tropas; les ofreció dinero y una amnistía de hecho para que cambiar de objeto. Se llamó el Movimiento del Despertar; después, Los hijos de Irak. Muchos de ellos habían participado en la violencia sectaria y ahora se sienten abandonados por Washington. En Irak conviven tres comunidades: chiíes, kurdos y suníes. Las relaciones no son buenas y las diferencias de cómo administrar el petróleo les enfrentan, sobre todo a chiíes y kurdos que amenazan con la secesión. Ese escenario sería una pesadilla para Turquía. El poder en la sombra de este tablero es Irán, con excelentes relaciones con las facciones chiíes. La mayoría de sus líderes, incluido Al Maliki, estuvieron exiliados en Teherán. ¿Se puede seguir hablando de victoria?

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