ALTERNATIVA

El dominio comercial de China y la economía mundial

Por: | 06 de noviembre de 2015
 
CARLES MANERA (*)
 
China 2
 
La traslación de una nueva geografía económica a los datos macroeconómicos subraya el avance chino en la producción y consumo de primeras materias y alimentos entre 1990 y 2014, determinantes para sostener una población en crecimiento en los espacios urbanos y un proceso de industrialización acelerado. Se destaca lo siguiente:
a) La expansión productiva y de consumo en materias primas industriales (aluminio, cobre, hierro, cinc) y en determinados alimentos (frutas, carnes y productos del mar).
b) Las importaciones de cobre, hierro y cinc crecen. También las de soja y las de carnes, frutas y productos del mar.
c) La importancia de la energía y su escasez productiva. El petróleo es la muestra ilustrativa, si bien la cuota del carbón es impresionante –del 22,3 por ciento en 1990 al 43,8 por ciento en 2010 del conjunto mundial– y de menor entidad la de gas. Los consumos energéticos se expanden –en esencia, petróleo y carbón–, y las necesidades importadoras se incrementan. Esta urgencia de la energía de combustibles fósiles va a marcar con claridad la perspectiva comercial de China en los próximos años, y su estrategia política, militar y diplomática con otros continentes y países.
         Las cifras configuran un mapa comercial nuevo con la reciente globalización:
1. El peso determinante de los mercados asiáticos y europeos, incluso a raíz de la Gran Recesión. Dos terceras partes del tráfico mundial de mercancías se realiza desde y hacia Asia y Europa. En el marco europeo, el 20 por ciento del comercio lo ejecutan Alemania, Francia, Italia, Países Bajos y Reino Unido, con claro predominio germánico: casi el 8 por ciento de las exportaciones y el 6,43 por ciento de las importaciones del mundo. En Asia, China impera: el 11,48 por ciento de las exportaciones y el 10 por ciento de las importaciones del total mundial.
2. La derivada del punto anterior es el uso creciente del yuan en el comercio mundial. Este esquema monetario funciona de manera dinámica desde 2009, operado en sus inicios desde Hong Kong, Macao y los países de la Asociación de Naciones del Asia Sudoriental. El proceso se ha extendido a todo el país desde 2011, y su cénit ha sido un acuerdo comercial entre China y Japón, en 2012, de forma que se pueden realizar operaciones cambiarias directamente entre el yen y el yuan. China promueve otros tratados parecidos con monedas locales, hasta el punto que en 2012 en la reunión del G-20 los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) acordaron promover igualmente el uso de sus monedas en los intercambios comerciales.
3. Estos indicadores confirman que Estados Unidos no lidera el comercio internacional, su dependencia de las importaciones se acrecienta, sus déficits comerciales no se corrigen y se perfilan variaciones que pueden consolidarse en un futuro cercano, como la progresiva presencia de otros espacios económicos que cuestionen las preeminencias norteamericana y europea (Rusia, Oriente Medio y, por supuesto y con gran diferencia, Asia).
         El poderío mercantil chino se sustenta sobre un fuerte crecimiento económico, pero con problemas:
a) China presenta una alta tasa de inversión, basada en la acumulación de factores de producción y no en aumentos de la productividad. Esto puede adscribirse a las empresas estatales, en un proceso que arranca ya de los años 1980 en regiones avanzadas. Así, Shanghai desde esa década ha ido aumentando a tasas relevantes –superiores al 6 por ciento– la producción de las empresas del Estado, mientras que la productividad total de los factores ha crecido un 0,8 por ciento. Ésta se ha estancado en la última década, al tiempo que se ha acrecentado la formación brutal de capital. Otras estimaciones indican, sin embargo, que la productividad total de los factores en China aportó un 43 por ciento al PIB, con un crecimiento económico próximo al 10 por ciento.
b) La acumulación es capital-intensiva. China se enfrenta a un exceso inversor: la potente tasa de crecimiento se explica más por la sobreacumulación de capital que por el avance técnico. Esto sugiere la necesidad de actuar sobre la demanda nacional con varias medidas: aumentar el gasto público en áreas de carácter social, subidas salariales y disminución de los impuestos, factores que deberían incidir en rebajar la tasa de ahorro.
c) La caída de la tasa de ganancia, relacionada de manera directa con dos fenómenos aparentemente opuestos: la pérdida de productividad del capital –en descenso desde 1992– y el aumento en la productividad del trabajo –que crece también desde principios de la década de 1990–. La explicación del proceso radica en que la mayoría de las empresas trabajan muy por debajo de su capacidad, de forma que el volumen de capital fijo es superior a lo producido, lo cual condiciona la productividad del capital. Esta situación se resuelve por ajustes en el mercado laboral: la disminución del volumen de mano de obra, con resultados de incrementos en su productividad. Por tanto, es evidente que se acrecienta la explotación en un contexto de apertura comercial de China y a su entrada determinante en la competitividad internacional. Al mismo tiempo, disminuye la tasa de beneficio, que llegaría al 8,5 por ciento frente a guarismos muy superiores, en épocas de esplendor económico, en Japón, Estados Unidos y Alemania (que oscilaron entre el 20 por ciento y el 30 por ciento entre 1960 y 1972).
d) Problemas en el sector bancario chino. Dos motivos explican esta situación. Por un lado, la acumulación de deudas de cobro dudoso. Por otro, el crecimiento de la deuda bruta de China con bancos propios y extranjeros, debido al crédito comercial. Aquí, los tipos de interés al alza pueden generar problemas añadidos, ya que serían un antecedente a la caída de las exportaciones y, a su vez, significarían un claro freno a la inversión empresarial, de manera que la masa de ganancia se vería negativamente afectada junto a la pérdida de beneficios. El sector financiero, además, controla fondos soberanos de inversión: el 29 por ciento del total mundial. Los fondos no financiados con exportaciones de productos fundamentales se han convertido en una fuente determinante de liquidez. El caso más elocuente: los bonos del Tesoro norteamericano, de cuyo monto total China y Japón poseen aproximadamente una quinta parte cada uno. Por ello, una disminución notable de la economía de Estados Unidos –desplome del consumo o devaluación relevante del dólar– se acabaría traduciendo en una reducción del PIB chino. 
Carles Manera es historiador y economista

Entradas populares de este blog

ADIOS MADIBA