ANÁLISIS

Grecia como laboratorio

La ola migratoria en las islas junto a la costa turca ofrece ejemplos de lo mejor y de lo peor


Refugiados e inmigrantes llegan a la isla griega de Lesbos / Petros Giannakouris (AP)
 
Grecia vuelve a ser laboratorio. De sí misma y de Europa. La ola migratoria en las islas junto a la costa turca ya ofrece ejemplos de lo mejor y de lo peor. Lo mejor, la solidaridad de la gente común, panaderos o pescadores, en islas como Kos: bastantes griegos víctimas de la austeridad excesiva están dando una lección de modos, a diferencia de los extremistas y gobernantes húngaros. Lo peor, los conatos de violencia xenófoba en Lesbos, a cargo de algunos sediciosos de Aurora Dorada.
En plena campaña electoral, un asunto tan caliente y sensible entraña el riesgo de agudización (más que polarización) extrema. En el extremo, es obvio, se fragua como posible reacción un incremento del brutalismo neonazi. Pero como acaba de demostrar Alemania, los ultras pueden recular. Así sucede cuando un liderazgo fuerte —caso de Angela Merkel— recoloca los principios democráticos y las obligaciones jurídicas internacionales (sobre el asilo) en el centro del ágora. No es tan imposible si esos imperativos enlazan bien, como sucede, con una espontánea inclinación solidaria de los ciudadanos. Una inclinación, por lo que también se va viendo en las ofertas de los españoles a sus alcaldías y ONG, más rápida y espontánea entre los que tienen poco (techo) que entre quienes disponen de mucho (patrimonio).
Muy pronto veremos qué otros impactos político-electorales internos se generan: si los ultranacionalistas de centroderecha (Griegos Independientes) se quieren más de centro o más nacionalistas, si las distintas izquierdas saben empuñar esa antorcha… Desde al menos la caída de Berlusconi todos los sucesos nacionales relevantes y los europeos van cada vez más entrelazados. La explosión euro-humanitaria en Grecia hace de Grecia, pues, laboratorio de sí misma.
Pero también de toda Europa, porque esta crisis aparece en primer plano, en su perfil más despiadado, como una enorme emergencia humanitaria. Que requiere respuestas rápidas, reparto de tareas y costes, y dinero largo, como se espera hoy de la Comisión. Pero en sus orígenes es sobre todo una crisis geoestratégica y de seguridad. Solo hallará salida en el crisol de una reformulación más euro-integracionista de las políticas de interior (asilo, migraciones), exterior (vecindad, mediterránea) y de Defensa.
La moneda única y la libre circulación de personas plasmada en los acuerdos de Schengen que abolieron las fronteras internas, son los mejores logros de la UE (y junto al programa Erasmus, los más simbólicos). Azarosamente, Grecia se convierte en piedra de toque para la supervivencia de ambos.

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