ELECCIONES EN ARGELIA

La desesperanza y la apatía marcan las elecciones generales en Argelia

La participación cae al 51,7%, la más baja desde que Buteflika llegó a la presidencia

La oposición advierte contra el fraude y augura una baja participación



El actual presidente y gran candidato para repetir en el puesto, Abdelaziz Buteflika, apareció al fin este jueves fuera de sus residencias oficiales y de su enclaustramiento para acudir a votar en persona, pero lo hizo en una peculiar silla de ruedas. Quiso ser una imagen de normalidad, pese a que no la ofrecía desde hacía casi dos años, pero resultó también muy metafórica. Sigue muy enfermo aunque su aspecto no resultó tan negativo como sintomático. Su futuro genera incertidumbre. Como el país. Sobre el otro gran debate del día, la participación y el temido fraude electoral, habrá que esperar para conocer datos más fiables.


Abdelaziz Buteflika, de 77 años, se presentó este jueves a media mañana a votar a favor de su cuarto mandato en el poder en el colegio electoral de su barrio, El Bachir El Ibrahimi, en El Biar, bien arropado. El recinto había sido muy acordonado varias horas antes. También para los periodistas. La televisión lo retransmitió en directo. Era un evento inusual. Hacía dos años que no se le veía en público, en la calle. Llegó sentado en un sillón de despacho habilitado con ruedas, impulsado y escoltado por dos de sus hermanos, el temido Said y Nacer, y por uno de sus sobrinos, con gafas. Se le acercó a la mesa electoral y le ofrecieron varias papeletas. Se le introdujo en una cabina y luego pudo enseñar su carné de identidad, votó y saludó a los informadores, con los que no habló. Movió sus dos brazos. No se levantó.
La fotografía y el vídeo fueron inmediatamente reproducidos por los medios argelinos y acto seguido comenzaron a improvisarse por las redes sociales reconstrucciones de esa imagen, que se prestó a muchas chanzas, caricaturas e ironías sobre la carrera electoral o la garantía de la sucesión en el régimen. Al margen de la oportunidad de las bromas, el debate del futuro político, económico y estratégico del país pasa también por lo que suceda con Buteflika a partir de este viernes. El debate sobre cómo será su sucesión, cuándo se pondrá en marcha y sobre quién la encarnará está larvado hasta que se conozca el resultado de las urnas.
Pero esa inquietud, esa incertidumbre sobre cuándo empezará el futuro, provoca al mismo tiempo tensión entre las partes implicadas, los distintos poderes del sistema, y desde luego en los medios de comunicación. Estos días es normal leer grandes titulares con palabras como caos, violencia, aprensión y, por supuesto el gran dilema, “cambio o statu quo”. Es cierto que la campaña ha sido dura, y más según se acercaba a su final y el propio presidente se animaba a poner en juego sus muchas artes estratégicas, pero hablar de violencia y caos parece exagerado. Por el momento.
“Yo no he votado, estoy a favor del boicot, me parece que Buteflika ya no es una promesa de nada y los otros, los demás candidatos, son más de lo mismo. Yo lo que quiero es que este país funcione normal, que no haya tanta burocracia, que todo no sea tan lento, que no se necesiten tantos papeles para todo”, es como explica Tahar el malestar de su generación, los más jóvenes, en las puertas de un mercado de un barrio popular del oeste de Argel. Hay trabajo pero demandan “otro modo de vida”. Y en esa queja entran muchos intangibles.
La gente joven está muy desganada. Son casi la mitad del país, están muy tentados desde los poderes públicos por ayudas y subvenciones, pero encuentran pocos atractivos a su futuro, y no solo por el control y las carencias en las libertades públicas. Están muy descreídos y eso lleva parejo el temor a la gran abstención en estas elecciones.
Los primeros datos sobre la cita de este jueves surgían como positivos en comparación a otras pero eran estimaciones muy bajas. Según el ministro del Interior, Tayeb Belaiz, la participación arrancó en las primeras horas de la mañana con una afluencia del 9,15% de los casi 23 millones de argelinos convocados, casi el doble que en 2004 cuando teóricamente sí se presentó frente a él un contrincante serio como Ali Benflis. La participación oficial quedó finalmente en el 51,7%, la más baja desde que Buteflika llegó a la Presidencia. La provincia con mayor abstención —solo votó el 20%— fue Tizi Uzú, en la Cabilia.
En las elecciones presidenciales de 2009, cuando el presidente Buteflika ya se presentó casi sin rivales, cosechó el 90% de los votos con una participación del 74,5%. Su mejor rival apenas superó el 1%. Benflis no concurrió. Sí fue su adversario en 2004 y entonces sumó el 6,4% del voto frente al 85% del presidente. Además, son viejos enemigos. Buteflika le nombró su mano derecha tres años durante su primer mandato, en 1999, luego le quiso hacer su jefe de campaña y ahora se siente traicionado. Por eso el duelo ha tenido en esta ocasión algunos tintes de revancha fratricida.
El otro gran miedo es el fraude electoral. En uno de los cables conocidos de Wikileaks, un funcionario norteamericano llegó a cifrar el porcentaje de fraude en las elecciones en Argelia en torno al 25% o el 30%. Ha sido la gran acusación formulada por el principal rival de Buteflika en estas elecciones. Solo han acudido observadores oficiales africanos.


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