ANÁLISIS

La otra misión de Dilma Rousseff en la ONU

La mandataria brasileña aprovecha su estancia en la ONU para tratar de disipar las críticas de que es difícil invertir en Brasil

 

 
En Brasil toda la atención estaba puesta estos días en el discurso que la presidenta Dilma Rousseff haría abriendo la sesión de la Asamblea General de la ONU para criticar las acciones de espionaje de los Estados Unidos a Brasil y al mundo.
La importancia del discurso había crecido después de que la mandataria renunció a su visita de Estado a Washington que fue considerado como un “plante a Obama”, por no haber dado explicaciones suficientes al tema del espionaje que había alcanzado al correo personal de Dilma y a Petrobras.
La irrupción de la sorpresa sobre Irán en la Asamblea de la ONU de este año, acabó ofuscando, sin embargo, de algún modo el tema del espionaje. Sin embargo, en los círculos del Palacio Presidencial de Brasil, entre algunos ministros, se comentaba esta mañana que la presencia de Rousseff en la ONU, estaba teniendo otros momentos de gran interés práctico.
El primero, el encuentro con una serie de grupos de empresarios a los que intentaría convencer de que “vale la pena invertir en Brasil”. En la subasta sobre el campo de petróleo de Libra, en efecto, fue notada, días atrás, la ausencia de las mayores empresas del ramo tanto de Estados Unidos como de otros países. De las 40 esperadas que participaran en la subasta sólo once se presentaron y ninguna de las “gigantes” mundiales.
La mandataria brasileña aprovecha su estancia en la ONU para tratar de disipar las críticas que empiezan a cerñirse en ciertos círculos empresariales de que es difícil invertir en Brasil porque el gobierno “cambia sobre la marcha las reglas”, o bien porque demuestra un fuerte contenido nacionalista, lo que podría crear, a veces, la sensación de falta de “seguridad jurídica”.
El gobierno de Rousseff, a pesar de que su partido, el PT, fue siempre contrario a las privatizaciones, ha empezado a abrir la mano a lo que se ha llamado “concesiones”, una especie de privatización de grandes obras de infraestructura aunque con una presencia aún acentuada del Estado. Ha sido, sin embargo, un primer paso de apertura que puede contribuir a hacer crecer las inversiones en el país.
Para Rousseff, la confianza de las empresas nacionales y extranjeras en el proyecto es vital para hacer que crezca el PIB de Brasil y en vistas a las obras importantes de infraestructuras en curso para hacer frente al Mundial de Futbol del año que viene y a loa Juegos Olímpicos de 2016.
De ahí que su viaje a la ONU, si oficialmente lo más importante de él ha sido su discurso, en realidad lo que más le preocupa en este momento es ofrecer una imagen de un Brasil donde los empresarios pueden invertir seguros y tranquilos.
Así lo ha resumido, en Folha de Sao Paulo, la comentarista política Eliane Cantanhêde. Trás recordar que la presidenta brasileña ha ido a Nueva York también y sobretodo a convencer a los grandes grupos empresariales de que “vale la pena invertir en Brasil”, comenta: “Una misión más difícil sin duda, que la de hablar grueso (contra el espionaje) en los micrófonos de la ONU”.
La prensa brasileña ha destacado también el encuentro amistoso entre la presidenta Rousseff y la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner. La mandataria argentina ha apoyado con fuerza a su colega brasileña en sus críticas contra el espionaje americano: “Se trata de una cuestión de dignidad y respeto a la soberanía de su país”, dijo Fernández, quién extendió el agravio hecho a Brasil como perpetrado a todo el continente: “El espionaje de los Estados Unidos sobre Brasil afecta a la dignidad de todos los países latinoamericanos”, dijo la presidenta argentina.
Juntas, hicieron una especie de pacto para seguir insistiendo y presionado en la urgencia de ensanchar el Consejo de Seguridad de la ONU, cuya participación al mismo sigue siendo el gran sueño de Brasil.

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