La importancia para América Latina del viaje del papa a Brasil

 

 

 
Los miles de peregrinos llegados a Río para encontrarse con el primer papa latinoamericano están regresando a sus países. En Brasil ha quedado un rastro de bienestar trazado por las sonrisas y la alegría de Francisco mezclada con la de cerca de tres millones de jóvenes que convirtieron a Copacabana, la playa más sensual del mundo, en un gran "altar de fe y alegre confraternidad", como escribe aquí la prensa.
Ahora, pasado el benéfico tsunami, se empiezan a analizar las consecuencias del primer viaje internacional del primer papa no europeo a su continente de origen.
Las primeras sensaciones es que el viaje con los sencillos y a la vez enjundiosos mensajes dejados por Francisco podría tener una importancia para todo el continente de las Américas que va más allá de la fe y de la Iglesia de Roma.
Y la van a tener para todo el continente que no solo es el que contiene proporcionalmente el mayor número de cristianos, sino que se trata de un pedazo del planeta lleno de paradojas. De él va a depender la esperanza de alimentos y agua potable del mundo. De él puede llegar un mensaje de sangre joven llena de entusiasmo y con ganas de vivir sin perder la esperanza del futuro.
Al mismo tiempo, es un continente donde las heridas de la desigualdad siguen sangrando y donde faltan líderes y estadistas políticos y sociales capaces de recoger y dar vida a esa savia de un continente aún joven y creativo con mil potencialidades en su seno aún sin desplegar.
La llamada de Francisco a la jerarquía eclesiástica latinoamericana pidiéndoles que dejen sus palacios para ir al encuentro de la periferia excluida del bienestar y que no tengan miedo a comprometerse con los que siguen sufriendo el peso de la exclusión, no dejará de tener repercusiones en el mismo mundo político. La dura condena de la "ideologización del evangelio", y la apremiante llamada para privilegiar el "ahora" en la evangelización, así como el espaldarazo a los jóvenes para que salgan a la calle a reivindicar sus derechos en nombre de la fe, puede tener consecuencias aún por descubrir en el futuro político del continente.
Brasil ha sido solo un botón de muestra, pero aquí todos hablan de una revolución. En este continente la religiosidad popular, el entramado entre fe y política, sigue siendo determinante para su desarrollo sociológico y hasta económico.
Decrecen los católicos, pero sus pérdidas no se las lleva el río del agnosticismo o la incredulidad, sino las otras iglesias cristianas. Y el cristianismo está en el genoma del continente.En Brasil se declaran cristianos, entre católicos y evangélicos más del 80% de la población. Esa realidad, que no debe ser muy diferente en el resto del continente, es importante para poder medir el peso que una revolución de la Iglesia que privilegia a los excluidos puede suponer. Una revolución que asienta las bases de una sana laicidad que respete a todas las creencias y que es un aguijón a los jóvenes, que son el futuro del continente para que “no se dejen robar la esperanza”, para que luchen a favor de una sociedad más igual y fraterna.
Los políticos que actúan en un continente en el que la fe cristiana sigue siendo mayoritaria no podrán dejar de tener en cuenta ese nuevo vendaval de renovación lanzada por un papa que sabe ser franciscano, fraterno, sencillo y sonriente en la calle, y jesuita severo, exigente cuando se encierra a solas con la jerarquía de la Iglesia.
En el evangelio de Marcos, Natanael preguntaba: “¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?”. Nazaret era, en tiempo de Jesús, la periferia de Palestina, y ni aparecía en los mapas del tiempo.
De la costilla del judaísmo nació, sin embargo, una creencia religiosa, la cristiana, que con todos los vendavales sufridos a lo largo de la historia sigue en pie y viva después de más de dos mil años y con una capacidad de rehacerse de sus culpas que envidiarían muchas instituciones políticas.
Hoy, los países de larga historia de abolengo como Europa podrían preguntarse también como nuevos Natanael: “¿Es que algo bueno puede salir de América Latina y de la mano de un papa latinoamericano?”. El tiempo lo dirá.

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