Morsi sueña con romper el corsé militar a golpe de decretazos

                                                                                
                                                                                      | 24 de noviembre de 2012
 
 
Aprovechando su repentino éxito diplomático, como mediador entre Hamas e Israel, Mohamed Morsi sigue tratando de lograr una mayor cuota de poder antes de que lo conviertan definitivamente en una mera figura decorativa. Recordemos que, al contrario de lo que las apariencias podrían indicar, hoy el presidente egipcio no tiene una sólida posición de poder, como consecuencia del decreto constitucional que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas emitió justo en la víspera de las pasadas elecciones presidenciales de junio. La casta militar- ante el peligro de que su candidato (el ex general Ahmed Shafik) no pudiera hacerse con el cargo y de que, por tanto, los Hermanos Musulmanes (HH MM) pudieran acabar dominando no solo el parlamento sino también la presidencia- optó por dar un nuevo golpe de mano, arrogándose todo el poder legislativo y ejecutivo. Y así seguimos hoy, hasta que una nueva Constitución sea finalmente aprobada.
Morsi ha intentado en repetidas ocasiones romper el corsé que limita sus competencias, pero el balance cosechado no ha sido muy positivo. Al margen de enviar a su casa al hasta entonces todopoderoso mariscal Husein Tantawi (a cambio de aceptar a Sedqi Sobhi, sin que esto altere la condición de factótum real de las fuerzas armadas), el presidente ya tuvo que recular ante la judicatura cuando pretendió anular la decisión del Tribunal Constitucional de considerar ilegales las elecciones parlamentarias del pasado noviembre.
La judicatura egipcia- fragmentada entre los leales al régimen anterior, los afines a los HH MM y los que apuestan por reformas democráticas- ya era un actor incómodo para Hosni Mubarak. Además de tener formalmente la última palabra en asuntos constitucionales, ha sido la encargada de fiscalizar los procesos electorales a pie de urna y, desde esa plataforma, no siempre se ha acomodado a lo que el rais de turno desea (lo que no le impidió al dictador el brutal pucherazo de las elecciones de noviembre de 2010 para allanar el camino hacia la presidencia a su hijo Gamal Mubarak).
Hoy es Morsi el que pretende doblegar ese poder con un doble objetivo. Por un lado, aspira a bloquear las pendientes decisiones de la máxima instancia judicial sobre la legalidad de las elecciones al parlamento y a la Cámara Alta (en defensa de sus correligionarios islamistas que perderían los escaños ya obtenidos). Y por otro, mucho más importante, aspira a que nada impida que la comisión encargada de elaborar actualmente la nueva Constitución-que debe ser posteriormente sometida a refrendo popular- alumbre un texto afín a los postulados de los HH MM. Con esa idea pretende alargar sus trabajos otros dos meses- cuando se preveía que el borrador fuera dado a conocer en estos días-, salvaguardando la mayoría favorable a sus tesis entre sus 100 miembros.
No es previsible que las decisiones de Morsi logren vencer los obstáculos que le oponen los egipcios que aspiran a un Egipto democrático- ni siquiera jugando en clave populista a prometer que se reabrirán los juicios a los responsables de la violencia en las semanas que condujeron a la caída de Mubarak. Tampoco que sean aceptados pasivamente por la cúpula militar- interesada en preservar sus enormes privilegios y en garantizar el mantenimiento de un statu quo que también es aceptado por la mayoría de la comunidad internacional. Y mucho menos por los propios jueces- como ejemplifica la decisión de los jueces de Alejandría de declarar una huelga indefinida, que puede ampliarse a otros colectivos-, conscientes de que si se doblegan pierden sus propios privilegios y dan paso a un proceso inquietante.
En definitiva, asistimos a una clásica (y descarnada) lucha por el poder entre distintos aspirantes. Mientras tanto, la democracia- de la que nunca han gozado los egipcios- seguirá siendo una asignatura pendiente a la espera de tiempos mejores

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