Venezuela
Venezuela celebrará
elecciones presidenciales el 22 de abril
El Consejo Nacional Electoral ha tomado la decisión casi
inmediatamente después de que la oposición se negara a aceptar la propuesta
chavista en el diálogo que mantenían en República Dominicana
ALONSO MOLEIRO
Caracas 8 FEB 2018 -
09:31 CET
El Consejo Nacional Electoral de
Venezuela, dominado por funcionarios leales al presidente Nicolás Maduro, ha
anunciado que las elecciones presidenciales en ese país serán, finalmente, el
próximo 22 de abril. Con esta medida, el Poder Electoral acata la solicitud
hecha por la Asamblea Nacional Constituyente chavista de celebrar los comicios
de forma anticipada, antes del 30 de abril.
Tibisay Lucena, presidente del
Poder Electoral, que tenía mucho tiempo sin hacer comparecencias públicas,
anunció además que la campaña electoral de los partidos que competirán se
desarrollará entre el 2 y el 19 del mismo mes, en un brevísimo período que
apenas abarca dos semanas.
El anuncio se ha hecho oficial
casi inmediatamente después de que fracasaran las conversaciones entre el
chavismo y la oposición venezolana, al no poder concretar ningún acuerdo
satisfactorio. El presidente de la República Dominicana, Danilo Medina,
mediador de aquellos encuentros, declaró el proceso “pospuesto indefinidamente”.
Dos días atrás, Tania D ´Amelio, rectora del CNE, había declarado que el
organismo estaba “evaluando los distintos escenarios”, y “en sesión permanente”
para anunciar la fecha de los comicios.
Parte medular de lo que estaban
discutiendo las delegaciones del chavismo y la Mesa de la Unidad Democrática
(MUD) consistía en acordar un marco razonablemente transparente para poder
pactar una consulta electoral que tenga credibilidad.
La delegación chavista, presidida
por el actual ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, había consentido la
emisión de una declaración genérica en la cual se admitía la presencia de
observadores internacionales y se aludía a la importancia de un marco
proselitista equilibrado y con garantías.
El chavismo se negó en todo
momento a acordar unas elecciones que fueran después de abril, y en permitir el
nombramiento de los nuevos integrantes del Consejo Nacional Electoral, en
virtud de que varios de los actuales, que han sido acusados reiteradamente de
obrar para favorecer en todo momento a Nicolás Maduro, tenían además el período
constitucional de su cargo cumplido.
Los dirigentes de la oposición,
encabezados por Julio Borges, proponían que las elecciones debían ser, como
mínimo, en el mes de junio, y exigieron a la delegación de Maduro que
suscribiera un acuerdo en el cual quedara establecido cómo, y en qué plazos,
iban a instrumentarse las medidas que garantizarían la igualdad de acceso a los
medios televisados en materia de mensajes y spots televisivos; el veto al uso de
los recursos públicos en la campaña y el comportamiento profesional y
equilibrado de las Fuerzas Armadas el día de la consulta.
La MUD argumentaba, además, que
unas elecciones en abril colocarían al país ante la insólita paradoja de tener
un presidente en funciones y un presidente electo cohabitando durante ocho
meses, puesto que la toma de posesión del nuevo mandatario debe tener lugar,
por disposiciones constitucionales, en el mes de enero. Históricamente, durante
al menos 50 años, las elecciones en Venezuela se han organizado en el mes de
diciembre. Borges denunció que la delegación chavista abandonó la República
Dominicana sin dar respuesta a sus planteamientos.
Hasta el día de ayer, los voceros
políticos chavistas involucrados en el proceso de diálogo desplegaron una
intensa campaña declarativa para propagar la idea de que el acuerdo entre los
delegados de Maduro y los dirigentes opositores era ya un hecho.
Jorge Rodríguez había sacado una
pluma en público, para dar la idea de la inminencia del hecho, y sugirió que,
si este no se concretaba, era por las presiones de Estados Unidos en el
proceso. El expresidente de Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero,
declaró que era necesario pensar “cuál era la alternativa al acuerdo” que
proponía el chavismo, e instó a la oposición a firmarlo. Tanto Borges como el
resto de los voceros de la MUD negaron en todo momento que lo dicho por
Rodríguez fuese cierto.
Tiene el chavismo la escena
servida para organizar unas elecciones como le venga en gana. Una campaña
electoral brevísima, que no exponga demasiado a Maduro frente al electorado;
tutelada por unos funcionarios electorales comprobadamente chavistas; el control
casi absoluto de los mensajes televisados; el uso discrecional de los recursos
públicos para la contienda; dirigentes opositores y partidos políticos
proscritos y la colaboración activa de la logística de las Fuerzas Armadas
Venezolanas.
Importantes dirigentes opositores
consultados, como Julio Borges y Luis Florido, no quisieron adelantar opiniones
en torno a un retiro de las elecciones, alegando que esa materia debe ser
discutida exhaustivamente.
El escepticismo en torno a la
consulta que organiza el chavismo es manifiesto y generalizado. Sin embargo,
aunque cunde el pesimismo, y el crédito político de las autoridades electorales
es muy bajo, en algunos sectores políticos y civiles de la oposición persiste
la convicción de que el momento político actual perjudica a Maduro, y que a
este se le podría derrotar, como lo asoman algunas encuestas, si la población
es adecuadamente motivada para votar masivamente en contra del Gobierno
chavista y el actual estado de cosas en el país. Nada de lo cual, ripostan
(refutan) otros, los exime de ser pasados por el remojo de tretas fraudulentas
más hondas y de mayor calado.