CRISIS EN CRIMEA

Los líderes europeos debaten cómo elevar la presión sobre Putin

El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, se reúne con el mandatario ruso para buscar una "solución pacífica" al conflicto en Crimea

Angela Merkel ha afirmado que se ampliará la lista de ucranios sancionados por la UE

 

Los líderes europeos se reúnen este jueves para discutir más sanciones a Rusia por la recién anexión de Crimea. / Atlas
 
Cuentan que Vladimir Putin era jefe del KGB en Dresde durante los últimos años de la RDA. El 8 de noviembre de 1989, al caer el Muro de Berlín, él y sus subordinados tuvieron que quemar tantos documentos secretos que la incineradora se rompió. Decenas de personas se acercaron a la oficina de los servicios secretos soviéticos con intenciones aviesas. Putin sacó su pistola y advirtió en alemán que abriría fuego si la gente seguía acercándose: la turba se dispersó. Presionada por Rusia, la Unión se enfrenta hoy ante la disyuntiva de adoptar duras sanciones contra Rusia en represalia por la anexión de la región ucrania de Crimea o conformarse con hacer algún gesto para la galería para evitar una escalada –con esa anécdota de Putin y su pistola en mente-- que pudiera derivar en el primer gran conflicto diplomático del siglo XXI.
Los líderes europeos se reúnen en Bruselas con las habituales dificultades para encontrar una posición común, pero a la vez con la necesidad de lanzar un claro aviso al presidente ruso después de su desafío. Lo más probable es que se amplíe la lista de 21 dirigentes rusos y ucranios a los que se ha congelado las cuentas y se ha prohibido viajar a la UE: los diplomáticos europeos se reunieron anoche para consensuar una lista ampliada. Se suspenderá, asimismo, una cumbre Rusia-UE prevista para junio. Y los líderes firmarán un acuerdo de asociación con Ucrania. Poco más: las divisiones entre los partidarios de más dureza y los de seguir usando el proverbial poder blando de la Unión impiden ir más allá. La canciller alemana, Angela Merkel, ha dicho este jueves que podría haber una segunda ronda de sanciones contra Rusia. Además, confirmó la ampliación de la lista de personas ucranias y rusas -que ya son 21- que sufrirán sanciones económicas por parte de la UE.
El conflicto está aún verde para activar la denominada “fase tres” de medidas contra Moscú, que incluye todo tipo de sanciones económicas, comerciales y estratégicas. No solo por las posibles consecuencias bélicas. También por el temor a las consecuencias económicas que esa tercera fase tendría para la propia UE, tremendamente dependiente del gas ruso. “La decisión es muy política y está en manos de los jefes de Estado y de Gobierno”, explicaron ayer fuentes diplomáticas.
Mientras tanto, esecretario general de la ONU se reúne este jueves con Vladimir Putin y mañana viajará a Kiev para "buscar una solución pacífica" al conflicto tras la anexión de la región de Crimea a Rusia.
Vuelven los bloques. Los exmiembros de la antigua URSS, junto con Reino Unido y Suecia, piden la máxima dureza. En un segundo escalón, Alemania, siempre partidaria del buen entendimiento con Rusia, está culminando un viraje hacia una mayor dureza que indica hasta qué punto Putin ha colmado la paciencia de los socios. Un tercer grupo de países, entre los que destaca España, abogan por mantener el diálogo y evitar que la tensión vaya en aumento. “A diferencia de otros ámbitos, en las relaciones internacionales solo hay intereses, intereses, intereses. Y hay demasiados intereses en este asunto como para ver un golpe de mano: no hay más que ver lo poco que ha hecho Estados Unidos para darse cuenta de que poco pueden hacer los líderes de la Unión más allá de activar una nueva modulación, un cambio de tono en el mensaje”, explican fuentes diplomáticas.
La crisis en Ucrania ha eclipsado por completo el resto de la agenda del Consejo Europeo de primavera, que está dedicada al análisis de la situación económica, a la mejora de la competitividad industrial, a presionar a Luxemburgo y Austria para que acaben con el secreto bancario y a los nuevos objetivos que debe fijarse la UE en materia de energía y cambio climático de aquí a 2030. Pero Crimea y sus consecuencias acaparan la atención: en materia energética, el enfrentamiento con Moscú ha llevado a los líderes europeos a poner el énfasis en reducir las elevadas tasas de dependencia energética en lo que respecta al gas, según el borrador de conclusiones de la cumbre. Rusia aporta un tercio del gas que se consume en la UE. El Consejo Europeo apuesta por mejorar la eficiencia energética y acelerar la diversificación en el abastecimiento, y por mejorar las interconexiones, tal y como viene reclamando España.
Las principales delegaciones en Bruselas dan por hechas represalias por parte de Putin a las sanciones aplicadas hasta el momento. La Unión se prepara para minimizar su efecto. Pero el conflicto ya tiene drásticas consecuencias económicas: los indicadores de sentimiento económico en la eurozona han empeorado drásticamente en los últimos días, los empresarios alemanes expresan a diario sus temores sobre la posibilidad de que la crisis ucraniana descarrile la incipiente recuperación europea, y el sistema financiero europeo tiene mucha más exposición en Rusia que el estadounidense: la banca europea tiene una exposición de 156.000 millones de dólares en Rusia, frente a los 40.000 millones de EE UU, según Bruegel. Franceses, italianos y alemanes son los más expuestos. Un impago en Ucrania podría tener consecuencias graves. Las sanciones, además, pueden afectar a economías ya muy tocadas, como las de Chipre o Grecia. Como colofón, si Putin decide apretar el gatillo económico –con el cierre del grifo del gas ruso—perdería unos ingresos de unos 70.000 millones (en torno al 3% del PIB ruso), pero la UE debería encontrar 130.000 millones de metros cúbicos de gas a un precio equivalente del que obtiene en Rusia para no sufrir un shock de oferta. La anécdota de Putin empuñando la pistola –que recuerda la revista Política Exterior en su último número—es plenamente vigente. Angela Merkel, François Hollande y compañía son conscientes del dilema al que se enfrentan: modular el grado de dureza para que Rusia sienta la presión, sin que la cosa se les vaya de las manos con una escalada peligrosísima.

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