El voto se convierte en un castigo

Los franceses se muestran poco fieles a sus representantes políticos, nada creyentes en la ideología y llenos de dudas sobre su decisión en las urnas Miguel Mora París 20 ABR 2012 - 21:39 CET17 Archivado en:Nicolas SarkozyFrançois HollandeUMPPS FranciaElecciones Francia 2012FranciaElecciones presidencialesEuropa occidentalEuropaEleccionesPartidos políticosPolítica Banderas francesas durante un mitin de Nicolas Sarkozy. / JOEL SAGET (AFP)
Un 23% de abstencionistas potenciales y un 20% de indecisos. A dos días del voto, los franceses parecen seguir con bastante menos pasión y convicción que sus paisanos europeos las elecciones presidenciales. Mientras ahí fuera media Europa toma partido y confía en que el próximo 6 de mayo Francia emitirá un mandato claro a un presidente que sea capaz de decir algo más que “sí señor” a Alemania, las encuestas y politólogos anotan un aumento de la desafección y de las dudas entre los electores, y señalan que a los franceses les importan bastante menos los programas de sus candidatos que la antipatía (o el odio) que les genera el adversario. más información Francia ignora la paridad FOTOGALERÍA: Hollande, candidato socialista FOTOGALERÍA: Nicolas Sarkozy, el presidente-candidato Un reciente sondeo de CSA indica que la mayoría de votantes tomará su decisión final no tanto porque se identifiquen con su candidato, sino sobre todo porque no soportan a otro. A la pregunta de por qué piensan votar a Hollande o a Sarkozy en el balotaje, solo el 38% de los hollandistas dice que lo hará porque le gusta, frente al 60% que reconoce que lo hará para que no gane Sarkozy. Y en el otro campo, la tasa de entusiasmo que suscita el líder es muy parecida: el 41% de los conservadores votarán por convicción a Sarkozy, el 57% por fastidiar a Hollande. Otro dato llamativo es que casi uno de cada dos electores, el 48%, ha cambiado de idea respecto a su propio voto (una o más veces) en los últimos siete meses, según ha detectado el estudio Présidoscopie 2012, realizado por el lnstituto Ipsos y Logica Business Consulting para el Centre d'Études Politiques de Sciences Po (Cevipof), la Fondapol, la Fundación Jean Jaurès y Le Monde. Basado en entrevistas “cualitativas” a una muestra de más de 4.000 personas realizadas desde noviembre pasado, la investigación concluye que el cuerpo electoral francés está partido en dos: un 52% de votantes permanentes, fieles, y un 48% de “changeurs”, indecisos que se dividen en dos tipos: el que no sabe si votar o abstenerse, y el que cambia de candidato sobre la marcha. Esa mitad del electorado infiel y libre de ataduras decide sobre todo por “la imagen” de los candidatos, sin entrar en grandes disquisiciones ideológicas o analizar a fondo los proyectos. Viscerales e indiferentes a la vez, pura paradoja, según explica el director de la Fundación Jean Jaurés, Gilles Finchelstein, “confirman de una forma espectacular que la fidelidad partidista ya no es lo que fue”. Los escépticos pertenecen sobre todo a tres grupos sociales: los menores de 35 años, los que cobran menos de 2.000 euros al mes y los que se declaran de centro. Pero Pascal Perrinaud, director del Cevipol, ha explicado que las variables políticas son más importantes que las sociales o demográficas entre los indecisos, porque son los centristas (59%), los verdes (70%), los “ninistas” —ni de derechas ni de izquierdas— (65%) y los abstencionistas de 2007 (69%) quienes más dudan. Su resumen es que “el voto es cada vez más frágil, más reversible, menos sólido, y que las elecciones son cada vez más unas deselecciones: el que salga elegido sale ya usado”. El estudio ha revelado también grandes movimientos de intención de voto asociados a los vaivenes de la actualidad: Sarkozy robó en marzo muchos apoyos a Marine Le Pen y a François Bayrou porque impresionó con su gestión de los atentados de Toulouse y Montauban. Pero también hay muchos votantes estrategas: en esa misma época muchos que optaban por el voto útil a François Hollande en la primera vuelta decidieron pasar a Jean-Luc Mélenchon al ver que el riesgo de que el socialista no llegara a la segunda vuelta estaba conjurado. Esta tendencia se ha ido difuminando, y al final de la campaña las curvas de los dos grandes favoritos han vuelto a cruzarse. Hollande parte con ventaja, pero con un 20% de volátiles haría mal en pensar que tiene la victoria en el bolsillo.

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