Sin rastro de la huelga general en Egipto

Fracasa la convocatoria de una plataforma de organizaciones revolucionarias Normalidad en las calles de El Cairo La protesta fue convocada para forzar la dimisión de la Junta Militar, a un año de la caída de Mubarak Ricard González El Cairo 11 FEB 2012 - 13:19 CET10 Un estudiante egipcio portando una máscara de Guy Fawkes de V de Venganza sostiene una pancarta en la que se lee "Abajo el régimen militar" hoy en El Cairo. / MARCO LONGARI (AFP)
La vida transcurrió este sábado en El Cairo como cualquier otro día: tráfico denso y ruidoso, bullicio en las calles, y la práctica totalidad de comercios y cafeterías abiertos. No hubo ninguna señal aparente de la huelga general convocada por una plataforma de organizaciones revolucionarias que tenía como objetivo lanzar un movimiento de desobediencia civil para forzar la dimisión de la Junta Militar. Todos los medios de transporte público funcionaron con normalidad, así como también las principales infraestructuras del país, incluido el Canal de Suez, un punto vital para el comercio marítimo mundial. A pesar de que varias compañías extranjeras cancelaron sus vuelos a El Cairo como medida de precaución, el aeropuerto de la capital operó de forma habitual. La fallida jornada reivindicativa coincidió con el primer aniversario de la dimisión del exdictador egipcio, Hosni Mubarak, y con la visita al país árabe de Martin Dempsey, el jefe del Estado Mayor de EE UU. De acuerdo con la agencia de noticias oficial MENA, Dempsey se reunió con el presidente de la Junta Militar, el mariscal Hussein Tantawi, y con su homólogo egipcio, el teniente general Sami Anan. La noticia de la agencia MENA se limitaba a informar que la reunión se centró en la “profundidad de la relación estratégica entre El Cairo y Washington”. No obstante, la razón real del viaje de Dempsey es abordar la crisis entre ambos países derivada del procesamiento de cerca de una veintena de ciudadanos estadounidenses, acusados de haber violado la legislación sobre el funcionamiento de las ONG. Durante la pasada semana, tanto la secretaria de Estado, Hillary Clinton, como varios senadores advirtieron de la posibilidad de suspender las ayudas a Egipto. “La mayoría del pueblo egipcio está contra la huelga, y a favor del Ejército”, afirmaba Ayman Mustafá, un administrativo de una empresa turística que acudió a una concentración de apoyo a las fuerzas armadas. “La huelga general solo añade inestabilidad y división, y el país necesita todo lo contrario. La economía está muy mal”, añadió el joven. El acto, celebrado en la plaza Abbasiya, reunió a centenares de personas. Ahmed, un empleado de un establecimiento en el barrio de Dokki de la popular cadena de centros comerciales Tawhid an-Nour coincidía con esta visión: “Hoy todos los compañeros han venido a trabajar, y ninguno de nuestros 80 establecimientos ha cerrado”. Tawhid an-Nour es una empresa estrechamente vinculada con los Hermanos Musulmanes, el histórico movimiento islamista egipcio que ha expresado de forma categórica su rechazo a la huelga general. Su periódico, titulado Libertad y justicia, igual que su marca electoral, publicaba el sábado una encuesta según la cual el 76% de los egipcios se oponía a la huelga, frente a solo un 16% que la apoyaba. Las principales autoridades religiosas del país, tanto cristianas como musulmanas, se habían opuesto también a la medida. El fracaso de la convocatoria, que solo tuvo un seguimiento notable entre los universitarios, refleja la debilidad de los grupos revolucionarios, que además de solicitar la entrega del poder por parte de la Junta Militar a una autoridad civil, exigen una purga del aparato estatal de seguridad, intacto aún un año después de la caída del “raïs” Mubarak. Durante los últimos cuatro meses, Tahrir le ha echado diversos pulsos a la Junta Militar, sin obtener concesiones sustanciales. De ahí, la decisión de la plataforma de entidades revolucionarias de implicar en las protestas a nuevos sectores sociales. Según su estrategia, esta debería servir para impulsar durante las próximas semanas una ola de desobediencia civil que incluyera, entre otras acciones, no pagar impuestos o cualquier tasa estatal. El Gobierno anunció la semana pasada que el 10 de marzo se abriría el plazo para la presentación de las candidaturas a las elecciones presidenciales, previstas para principios de junio. El fracaso de la huelga deja a las organizaciones revolucionarias con un escaso margen de maniobra, pues a medida que se acerque la fecha de las elecciones, más difícil será convencer a la sociedad de movilizarse para forzar la dimisión de la Junta, que prometió a entregar el poder al futuro presidente electo el próximo 30 de junio.

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