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Evitar un ataque El Pentágono carece de indicaciones de que Irán haya decidido desarrollar el arma atómica El País 26 FEB 2012 - 00:04 CET El sonido de los tambores para otra guerra preventiva, esta vez contra Irán, está, preocupantemente, ganando intensidad. Parte de Israel pero encuentra un eco en la política y en la sociedad norteamericana, aliado indispensable. Sin embargo, al tiempo que se prepara para ello, la Administración de Obama recela de un conflicto de dudosa eficacia y de consecuencias incalculables en tiempos de dificultades económicas. El Gobierno israelí considera que si no se destruyen las instalaciones nucleares iraníes, Teherán podría entrar en una “zona de inmunidad”, más allá de la cual ya no bastaría un ataque para impedir que fabrique armas atómicas, perspectiva que califica de “amenaza existencial”, si bien es su seguridad existencial la que deriva más bien de sus propias armas nucleares y de su alianza de hierro con EE UU. Hoy por hoy, no se puede asegurar que Irán busque realmente la bomba. No solo lo dice el que verdaderamente manda en Irán, el ayatolá Ali Jamenei —aunque no hay por qué creerle—, sino el propio secretario de Defensa de EE UU, León Panetta, que cree que hay grandes posibilidades de que Israel ataque, pero también que pese a que Irán enriquece uranio, “no hay indicaciones” de que Teherán haya decidido desarrollar armas atómicas, y que las autoridades iraníes harán un “cálculo de coste-beneficio” antes de decidirlo. Panetta incluso piensa que los iraníes podrían optar por la opción japonesa de poder fabricar una bomba sin por ello dar el paso crucial. Irán no ha permitido que inspectores del Organismo Internacional de la Energía Atómica visitaran la planta de Parchin donde sospechan que las actividades nucleares no tienen únicamente fines civiles. Y el régimen se ha adelantado a la sanción europea cortando sus exportaciones de crudo a Francia y a Reino Unido (lo que ha hecho subir el precio del petróleo). Pero a la vez, probablemente acuciados por los efectos de las sanciones económicas y financieras de EE UU y la UE, los negociadores iraníes han mandado recado para retomar las negociaciones con los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania. Es un camino que hay que volver a explorar. No se trata de apaciguar, sino de buscar una salida razonable y evitar un ataque ilegal que vendría dictado por consideraciones geopolíticas que van más allá de la cuestión nuclear y no beneficiaría a nadie, salvo al régimen teocrático que se vería reforzado y convencido entonces de la necesidad de hacerse con la bomba.

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