El eslabón más débil del club de los ricos

El estallido de la burbuja inmobiliaria y los planes de ajuste empujan a Holanda a la recesión

La crisis da alas a los grupos eurófobos, como el partido del antimusulmán Geert Wilders

 

El primer ministro holandés, Mark Rutte, conversa con la canciller Angela Merkel. / TIM BRAKEMEIER (EFE)
 
El profesor de la Universidad de Ámsterdam James Kennedy desgrana en su despacho las dificultades a las que se enfrenta el Gobierno holandés para cuadrar las cuentas y enderezar una economía que se hunde más en la recesión. Al otro lado de la puerta, las estudiantes de Historia Renée Legebeke y Cailin Rusbach también hablan del futuro, pero en su caso los miedos son mucho más terrenales. “Cada vez es más caro estudiar. Ahora quieren subirnos las tasas y nos van a quitar la tarjeta de transporte gratuita”, se queja la primera. “Sé que cuando termine no encontraré trabajo como historiadora del arte, pero ahora tengo preocupaciones más importantes”, sonríe la segunda.
El pesimismo de los holandeses aumenta a medida que los datos de crecimiento empeoran y que se hace más evidente que los sucesivos planes de ajuste del Gobierno no van a lograr el efecto deseado. Poco importa que los parámetros que tanto preocupan a los ciudadanos de la quinta economía del euro serían un sueño en otros lugares: políticos y ciudadanos hablan horrorizados de que el paro se disparará el año que viene, según la metodología que se emplee, hasta el 7% o el 9%. Son miedos que podrían sonar a broma a españoles o griegos, con un desempleo cercano al 30%, pero constituyen una señal de alarma para un país acostumbrado a una situación muy parecida al pleno empleo.
Mediodía del martes. Terraza soleada repleta de jóvenes modernos que trabajan con sus Macs. Joshua Walter, DJ de 31 años que pincha una vez al mes en un club barcelonés, confiesa que el ambiente ha cambiado últimamente. “No se puede comparar con lo que pasa en España. Pero la gente sale mucho menos y las empresas se lo piensan más a la hora de invertir en nuevos proyectos”, confiesa. La crisis ha llegado al corazón de la Europa rica, y nadie sabe cuándo piensa irse. Los datos hechos públicos esta semana muestran una recesión mayor de la esperada. Y es seguro que el compromiso del Gobierno de coalición entre liberal-conservadores y socialdemócratas de recortar otros 6.000 millones de euros agravará los problemas.
El Gobierno debe recortar 6.000 millones pese a que así agravará la crisis
Pese a ser uno de los seis fundadores de la entonces llamada Comunidad Económica Europea, los Países Bajos nunca han destacado por su entusiasmo con el proyecto europeo, como se demostró en 2005, cuando sus ciudadanos dieron un rotundo no a la Constitución europea que nunca llegó a nacer. Pero si los holandeses siempre se han sentido más cerca del modelo británico y escandinavo —Europa como una gran área de libre comercio— que del monstruo estatista que ven tras los deseos francoalemanes, la crisis ha contribuido a alejarles aún más de la vecina Bruselas.
Las últimas encuestas apuntan al Partido de la Libertad del antimusulmán, antieuro, anti-UE y anti casi todo Geert Wilders como el más votado si hoy hubiera elecciones. Después vendrían los liberales de derechas del primer ministro, Mark Rutte, y, en tercera posición, el moderadamente euroescéptico Partido Socialista.
Las habituales informaciones del periódico De Telegraaf, el más leído del país, sobre los aprovechados griegos o los políticos corruptos españoles refuerzan las reservas de los holandeses a los rescates para los países del sur. “Tenemos la impresión de que pagamos, pero no decidimos”, asegura Rene Cuperus, del think tank socialdemócrata Wiardi Beckman. Tener a su ministro de Finanzas, el socialdemócrata Jeroen Dijsselbloem, como presidente del Eurogrupo constituye para muchos holandeses más un problema que un motivo de orgullo. “No tiene margen de maniobra”, añade Cuperus mientras come un sándwich en un bar frecuentado por funcionarios en el centro administrativo del país, La Haya.
El paro es inferior al 7%, pero el país está acostumbrado al pleno empleo
“Entre los países del norte, somos los que estamos en una situación más complicada”, certifica Johannes Hers, del CPB, el centro oficial de análisis económico. Precisamente fue su antiguo jefe, Coen Teulings, el que hace tres meses abrió fuego en la versión neerlandesa del debate que sobrevuela toda Europa: el archimencionado antagonismo entre austeridad y crecimiento. “La falta de capacidad del Gobierno de reconocer el daño causado por la austeridad es un caso de disonancia cognitiva”, disparó el director de la agencia pública. El Gobierno considera, por el contrario, que el ajuste tendrá que hacerse antes o después; y que por tanto es mejor tragar cuanto antes la píldora amarga de los recortes. Pero lo peor está por llegar. Además de reducir gastos y subir impuestos, Rutte prepara las reformas que le reclama Bruselas. Entre otras, aumentar la edad de jubilación, reducir el tiempo de prestación por desempleo, facilitar el despido y recortar en lo posible las ayudas para la vivienda en propiedad.
Acabar con la hasta ahora subvencionadísima compra del ladrillo es uno de los objetivos primordiales. Porque la burbuja inmobiliaria es el factor que hace que la crisis holandesa sea más grave que la de otros miembros del club de la triple A. En una réplica septentrional del modelo español, los bancos holandeses se empeñaron en dar créditos al primero que apareciera por una sucursal; y los Gobierno contribuyeron con las generosas ventajas fiscales para la compra. ¿El resultado? Los precios de las casas han bajado más de un 20% desde 2008; y la caída no tiene visos de detenerse. Más de un millón de familias compró una casa que ahora vale menos que la hipoteca. Como resume el profesor Ewald Engelen: “Las bajadas de precios perjudican a los bancos. Así que no descarto que necesiten más dinero público”.

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