Siria: muchas palabras, ningún plan

Por: Ramón Lobo| 25 de septiembre de 2012
La comunidad internacional no tiene un plan B para detener la matanza en Siria. Quedó patente en las primeras intervenciones de los líderes ante la Asamblea General de la ONU. El anterior de seis puntos, presentado por Kofi Annan y asumido por el Consejo de Seguridad y la Liga Árabe, está muerto. La realidad que trataba de resolver ha cambiado; ahora es peor. El nuevo enviado especial, Lajdar Brahimi, que reemplazó a Annan el 1 de septiembre, dice tener nuevas ideas que no revela por discreción diplomática. Brahimi se enfrenta a una misión imposible. Rusia sostiene al régimen de Bachar el Asad con armas y municiones, aunque no se sabe a cambio de qué. China mantiene una neutralidad opuesta a cualquier tipo de intervención exterior. EEUU y sus aliados europeos no pueden imponer una nueva resolución de la ONU que abra la puerta legal a una zona de exclusión aérea. Rusia y China tienen derecho de veto, como lo tiene Washington cuando se trata de Israel. El Asad resiste apoyado en su fuerza militar y en una oficialidad que pertenece a la minoría alauí. Saben que una derrota equivale a su muerte. Mientras que los helicópteros y aviones vuelen y bombardeen y los carros de combate puedan moverse de un frente de guerra a otro, el llamado Ejército Libre de Siria tiene casi imposible la victoria. Necesitaría un milagro, algún tipo de intervención exterior. El dinero y las armas fluyen hacia ambos bandos. Entran por el norte a través de la frontera con Turquía, o por Líbano, donde las facciones que protagonizaron la guerra civil (1975-1990) se están rearmando en espera de acontecimientos. También empieza a contaminar a Irak. Buscando al enemigo. Las posibilidades de que la guerra en Siria salpique a Líbano son enormes. No hay cortafuegos. Siria ha sido el ocupante histórico que ha manipulado la política libanesa en su beneficio. Según Javier Martín, periodista español y experto en el mundo árabe, Hezbolá sería el gran perdedor; una nueva guerra quebraría su posición de dominio político y su control de la economía libanesa, que le ha permitido reducir su dependencia de Irán, su principal patrocinador. Oriente Próximo es un rompecabezas que no deja de moverse. Muchos de esos movimientos son imperceptibles a corto y medio plazo. Después, cuando se hacen visibles, es tarde.

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