Crece la polémica en EE UU por el uso secreto de los ‘drones’
Las críticas han sido mayores entre la oposición conservadora, pero algunos demócratas protestan por el secretismo de las operaciones
Antonio Caño Washington 16 MAR 2013 - 23:38 CET154
Oficiales de EE UU durante un control de un
'drone'. / JOHN MOORE (AFP)
El pasado viernes un tribunal federal de apelaciones decidió que el Gobierno
de Barack Obama carece de justificación para mantener en secreto los ataques con
aviones sin tripulación y le exigió dar detallada respuesta a la demanda
presentada en solicitud de información. Eso no pone fin a la batalla legal, que
todavía tiene por delante un largo camino entre los laberintos de la justicia,
pero da nueva legitimidad a quienes creen que el presidente está abusando de su poder con el uso de esta nueva
arma, actualmente el principal instrumento de demostración de fuerza por
parte de Estados Unidos en el exterior.
Jameel Jaffer, responsable jurídico de la Asociación de Libertades Civiles Americana (ACLU), el grupo
que reclama acceso a esos datos, declaró posteriormente que esta sentencia
respalda que “el público tiene derecho a saber a quién está matando el Gobierno,
por qué, en qué países y bajo órdenes de quién”.
A la presión de las organizaciones de derechos humanos se han sumado en las
última semanas, después de varios años de silencio, algunos miembros del
Congreso, especialmente en la derecha del Partido Republicano, y los principales
medios de comunicación, que han reconocido ahora que sabían desde hace meses la existencia de una base de drones en Arabia Saudí y
lo silenciaron por razones de seguridad nacional.
La confirmación la pasada semana en el Senado del nuevo director de la CIA, Paul Brennan, ha sido el momento
álgido de este debate, con la escena sorprendente de un senador próximo al Tea Party, Rand Paul, que habló durante
trece horas consecutivas como muestra impactante de su deseo de bloquear el
nombramiento hasta que la Casa Blanca diese explicaciones sobre el programa de
drones.
Un tribunal federal de apelaciones decidió que el Gobierno
de Barack Obama carece de justificación para mantener en secreto los ataques con
aviones sin tripulación
La Administración ha dado algunas respuestas. El fiscal general, Eric Holder,
envió una carta al Congreso en la que aseguraba que el presidente no está autorizado al uso de ese arma para matar a
ciudadanos norteamericanos dentro del territorio de EE UU, y recordaba que
su utilización fuera de las fronteras de esta país está respaldado por un
documento del Departamento de Justicia que sienta las bases legales
necesarias.
Hasta ahora, las críticas han sido mayores entre la oposición conservadora,
que entiende que el programa de drones justifica y continúa los métodos
de la guerra contra el terrorismo puesta en marcha por el Gobierno de George W.
Bush, aunque también han surgido algunas protestas en las filas demócratas, no
tanto por los drones sino por el secretismo de las operaciones.
La senadora Dianne
Feinstein, respaldada por varios congresistas, ha circulado la idea de que
un tribunal especial, que ya existe para autorizar acciones secretas de los
servicios de espionaje, asuma la autoridad para conocer y sancionar los ataques
con drones. Pero la propuesta, a la que no se ha opuesta abiertamente
la Casa Blanca, choca todavía con diversos obstáculos de carácter legal y
político.
Rand Paul habló durante trece horas consecutivas como muestra
impactante de su deseo de bloquear el nombramiento del director de la CIA hasta
que la Casa Blanca no diese explicaciones sobre el programa de
drones
En primer lugar, porque no está claro que el uso de los drones, pese
a la apariencia cruel y deshumanizada que supone disparar misiles desde un
despacho sin verle siquiera la cara al enemigo, signifique necesariamente un
retroceso con respecto a las armas actuales. Aunque su utilización ha crecido
enormemente durante esta Administración y han aumentado, por tanto, el número de
civiles muertos en Pakistán y Afganistán por estos aparatos, algunos
congresistas y expertos estiman que la sustitución de aviones convencionales por
drones ha mejorado la precisión de los ataques y ha reducido el número
total de víctimas inocentes.
El senador John
McCain, entre otros, reprochó a su colega Paul su ignorancia y su llamativa
actitud de protesta, y varios miembros del Partido Demócrata han destacado que,
con los drones, se han evitado muchos de los abusos generados por la
presencia de tropas en el extranjero.
Un informe reciente de Naciones Unidas mostraba que el año pasado casi se
dobló el número de bombas lanzadas desde drones en Afganistán respecto
al año anterior –de 294 a 506- y el que número de civiles muertos pasó de 1 a
16. Pero ese mismo informe señalaba que el número total de inocentes muertos en
2012 en Afganistán bajó de 3.131 a 2.754, lo que parece demostrar que los
drones, aun con los riesgos que implican, están sustituyendo a otras
armas cuyos efectos sobre la población civil son todavía mucho más letales.
El año pasado casi se dobló el número de bombas lanzadas
desde drones en Afganistán respecto al año anterior –de 294 a 506- y el
que número de civiles muertos pasó de 1 a 16
El uso de drones en Afganistán está mejor controlado porque casi
todas las operaciones están bajo el mando del Pentágono, donde la transparencia
es mayor. No existen, sin embargo, cifras similares sobre el otro gran frente de
la guerra con estos robots, Pakistán, donde la mayoría de los vuelos son
dirigidos por la CIA, que también se ocupa de los ataques en Yemen. El Gobierno
paquistaní calcula que por cada militante de Al Qaeda muerto por
drones, pierden la vida 140 civiles. EE UU niega esas cifras. Un
estudio del instituto independiente New American Foundation ha precisado que, durante la
Administración de Obama, han muerto en ataques de drones en Pakistán entre 1.507
y 2.438 personas, de los que entre 148 y 309 eran civiles.
Incluso aunque los drones supusieran, a la larga, una reducción del número de
víctimas inocentes, el debate sobre los limites de los poderes presidenciales
sigue abierto, especialmente desde la muerte en 2011 de un ciudadano
norteamericano, Anwar el Awlaki, uno de los más destacados dirigentes de Al
Qaeda en Yemen.